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La hipoteca y el incentivo al alquiler

Política fiscal

Política fiscal

Ahora que el Gobierno está pensando de nuevo seriamente la posibilidad de meter tijera a las ventajas fiscales de la hipoteca, por aquello de que las cuentas no cuadran y la guillotina de las pensiones espera a las navidades del año que viene para caer, se aprovecha la coyuntura para presentar un plan de incentivos al alquiler.

¿Qué se pretende? Pues que el enorme parque de viviendas desocupadas salgan cuanto antes al mercado y que, mediante ese incremento de la oferta, disminuya el precio medio de los alquileres y sea más interesante esta opción frente a la hipoteca.

La idea no suena mal, pero mucho me temo que los incentivos y los problemas no irán pro el mismo camino, llevando al final el agua a los molinos de siempre. Y me explico: si de lo que se trata es de subir los impuestos a las viviendas vacías para forzar a los propietarios a alquilarlos, puede haber un montón de problemas legales y seguramente  e ponga en marcha la picaresca de empadronar a Rita la Cantaora en el piso con tal de que no parezca vacío. Gente sobra para estos casos, y más que sobrará si el impuesto al piso vacío es lo bastante doloroso como algunos pretenden.

Si, pro contra, lo que se pretende es dar algún tipo de ayuda o beneficio  a los caseros, mucho me temo que los trámites, las condiciones y el papeleo serán tan complicados y trabajosos que el propietario de a pie, el que tiene una segunda vivienda porque la heredó de un tío del pueblo, preferirá pasar de todo a meterse en ese jaleo, con lo que todo el dinero se lo embucharán directamente los bancos y grandes inmobiliarias, a las que subvencionaremos su cuenta de resultados.

La opción que nadie parece plantearse, y que sería la más barata y útil, es aumentar la seguridad jurídica de ambas parte del contrato de alquiler: asegurarse de que los caseros cumplen sus obligaciones, mantienen el piso en condiciones y no se exceden en sus exigencias, y asegurarse de que el inquilino que no paga o causa destrozos se arrepiente de inmediato de ello, sin procesos largos y costosos.

Con eso sería suficiente, pero en este país siempre es mejor tirar de cartera, la de todo, que ponerse serio. Porque todos los asesores de imagen de todos los partidos dicen que ponerse serio te deja cara de fascista. O algo así. Yo qué sé…

La hipoteca y las cuentas públicas

Todo parece guay...

Todo parece guay…

No, a nosotros no nos pasa como a los Estados: nosotros tenemos que hacer que nuestra deuda total disminuya, y cuando llega el recibo de la hipoteca tenemos que pagarlo, calculando, pasito a pasito, lo que nos queda aún por pagar, porque sabemos que de nuestra hipoteca tendremos que devolver hasta el último céntimo.

En cambio, para los Estados, y para algunas empresas elegidas por el dedo mágico de los bancos centrales, las deudas son una mera broma, porque nadie piensa, ni por asomo, en devolverlas algún día, sino que simplemente se refinancian, generando nueva deuda para que se pague así la anterior.

La deuda del Estado es ilimitada mientras consiga colocar sus emisiones, y las emisiones se colocan dependiendo de varios criterios, entre los que se cuenta la solvencia del país, la estabilidad de sus cuentas y, pro qué no decirlo, la docilidad que muestre su Gobierno a la hora de hacer lo que le mandan y no dar la tabarra con ideas peregrinas ou ofreciendo a sus ciudadanos servicios que no se corresponden con la verdadera riqueza del país.

Porque ahí es dodne realmente reside el problema: en las democracias,gana las elecciones el candidato que más servicios gratuitos ofrece, el que reparte paguitas, el que construye carreteras y el que inaugura hospitales. Es normal: la gente quiere tener más por menos y presta su apoyo al que le ofrece esa opción. ¿Y quién lo va a pagar? Eso no importa: cuando llegue la hora, ya se verá, y si no, pues el que venga que arree.

Los ciudadanos de las democracias padecen de un infantilismo cada vez más acentuado que les impide distinguir lo público de lo privado o que les cierra los ojos a todo lo que no sea corto plazo. ¿Qué sucedería, y de hecho ha sucedido ya, si a personas que no pueden pagar una hipoteca se les ofrece de todos modos la casa de sus sueños? Pues que la aceptan, la disfrutan el tiempo que pueden, y luego cuentan loq ue sea cuando llega el desahucio o simplemente se encogen de hombros.

Eso fue la crisis subprime, organizada por una conjunción de incentivos perversos: las personas querían aquellas viviendas, los bancos querían dar aquellas hipotecas para titulizarlas, los tasadores querían tasar alto porque cobraban a porcentaje y los empleados de la banca querían aceptarlo todo, porque les daban un bonito plus de productividad. ¿ Y qué pasó luego? Lo que vimos: crisis del sistema financiero, rescates, garrotazo, tentetieso, desempleo y una depresión de la que no hemos salido aún.

Pues en eso me temo que estamos recayendo: en otra crisis, pero esta vez de los Estados subprime, Estados a los que se les presta a sabiendas de que no podrán devolver el dinero. Estados medio arruinados, que no producen nada, y que aún así consiguen refinanciar su deuda, porque hay por ahí un montón de gente con los incentivos equivocados para mantenerlos en pie.

¿Y luego?

El que venga que arree. Por supuesto.

Amenaza de Bruselas a España por incumplir la normativa hipotecaria

La eterna balanza

La eterna balanza

La hipoteca es un contrato muy antiguo en el que a nivel jurídico se suponía que estaba todo muy trillado y muy claro, pero por lo visto no era tan sencillo: además de irse acumulando sentencias contra ciertas prácticas hipotecarias de los últimos años, como la cláusula suelo o la titulización de los contratos, siguen surgiendo constantemente agujeros en el entramado legal.

La unión Europea ha tenido que dar un golpe en la mesa para intentar poner orden en todo este líos y ha dado a España y otros ocho países más, dos meses de plazo para que hagan cumplir de una vez por todas la normativa hipotecaria común.

En concreto, los países afectados son Croacia, Chipre, Finlandia, Grecia, Luxemburgo, Portugal, Eslovenia, España y Suecia.

El objetivo de la Directiva sobre créditos hipotecarios, adoptada el 4 de febrero de 2014, es mejorar las medidas de protección de los consumidores en toda la UE mediante la introducción de prácticas crediticias responsables a escala de la UE.

La medida se basa sobre todo en crear una serie de normas comunes sobre la denominación de los productos, las definiciones de los riesgos, la evaluación de la solvencia de los clientes, la reducción de la arbitrariedad en lo referente a las contraprestaciones y garantías exigibles y también, al tipo de sociedades que pueden conceder las hipotecas.

La legislación que debe armonizarse parece sencilla en principio, pero nos encontramos aquí, por una parte, con la resistencia de los Estados a meterse en interminables procesos judiciales debidos a las distintas jurisprudencias de cada país, y pro otro, al temor de los bancos, que presionan para que esta normativa no los ate de manos a la hora de elegir los clientes que más les interesan.

En resumen: que todo el mundo dice que esta normativa es buena y que todas las partes saldrían ganando, pero al mismo tiempo, todo el mundo opina también que es mejor que lo haga otro primero para ver qué efectos colaterales pueden surgir, porque el mundo de la hipoteca mezclado con el de los abogados y las leyes ya ha dado sobradas muestras de ser un cóctel difícilmente previsible.

Y ni los bancos nioi los estados tiene ya humor para más experimentos.

Al consumidor le da igual, siempre que no se le tome el pelo: quiere su casa, y listos.

A ver cómo se compatibilizan todos estos intereses. No debería ser difícil.

La hipoteca y el nuevo orden

El fin de los comeflores

El fin de los comeflores

El mundo está cambiando, y no sólo en lo que se refiera a automatización, nuevas tecnologías, o dominio de la economía financiera sobre la economía real. El antiguo orden de las democracias liberales, deja paso poco a poco a una nueva forma de entender la política y la estética, que seguramente tendrá mucho que decir en los próximos años y que va a afectar a todas las facetas de nuestra vida, incluida la hipoteca.

De momento, hemos padecido tres terremotos, aunque a unos se les haya dado más importancia que a otros. Por una parte, los británicos votaron a favor de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, en lo que se interpretó, y creo que correctamente, como una bofetada a los políticos tradicionales, sus redes de intereses y su manera de gestionar la nueva escasez. En segundo lugar, y también impriotante que los medios le hayan restado importancia, los colombianos votaron en contra del acuerdo de paz con las FARC, por mucho que todos los medios de comunicación dieran por hecha la victoria del SI a la paz, y que todo el mundo influyente apoyase esa opción.

Por último, como todos sabéis, Donald Trump le ha ganado las elecciones a Hillary Clintosn y no sólo eso, sino que hoy mismo acaba de nombrar a una especie de troll, un tipo polémico y políticamente incorrecto, como asesor principal y jefe de estrategia de la Casa Blanca.

¿Cuales son a mio entender las consecuencias de estos hechos?

En primer lugar, que el movimiento de lo políticamente correcto, esa amalgama de movimientos políticos, sociales y culturales que algunos llaman “sociedad civil” y otros simplemente “progredumbre”, están en franco retroceso. Su tesis de que todo el mundo es bueno, de que todo vale una lagrimita y de que las decisiones buenistas y sentimentales pueden servir eternamente para dominar a los demás, están perdiendo enteros. América es el escaparate donde se miran los asesores europeos y no sería de extrañar que en las próximas citas electorales de Holanda, Francia y Alemania apareciese algún movimiento estética o políticamente alienado con los modos y las tesis de Farage y Trump.

Por otra parte, y en lo que atañe a las hipotecas, creo que esto puede suponer que se acelere el proceso de la subida de los tipos de interés. No será mañana, ni en tres meses, pero la vieja idea de que los tipos permanecerán a cero durante años no es ya de recibo, dado el incremento de la inestabilidad y, sobre todo, la aversión al comercio exterior globalizado que parece traer consigo la nueva ola.

Todo nos afecta de un modo u otro. Si el comercio exterior se frena, puede que todo lo que compramos por cuatro duros empiece a ser un poco más caro, pero es posible también que se eleven un poco más los salarios, y también un poco más las hipotecas.

Esperemos a ver lo que nos depara este nuevo escenario.

Que haya suerte

La mentira del PIB y la hipoteca

No sé... no me da buen fario. Creo que se avecina un truco...

No sé… no me da buen fario. Creo que se avecina un truco…

¿Qué pasaría si el banco que nos ha concedido una hipoteca sospechara que nuestra renta no era la que dijimos, o que nuestro ratio de endeudamiento, debido a compromisos previos, es superior al que habíamos declarado? Pues que seguramente nos vigilarían con mil ojos y que, en cuanto diésemos la primera señal de devolver una letra, se nos echaría encima como lobos para recuperar lo que pudiesen.

Pues eso es lo que el pasa al PIB de España, me temo, y aunque llevo años hablando de ese tema, no está de más hacerlo también en este blog, para que nuestros lectores se enteren de lo que sucede, ahora que un grupo de economistas ha presentado ante Bruselas una denuncia al respecto.

El PIB de España, amigos, es de poco más de un billón de euros al año. Es más o menos el mismo, o algo más, que al comienzo de la crisis. Y eso es justamente lo que no resulta serio. Si se han perdido millones de empleos, si el consumo de cemento, de electricidad, de gasóleo y de varias partidas más sigue muy por debajo de lo que era antes de la crisis, ¿cómo puñetas va a ser nuestro PIB el mismo que antes de la crisis?

¿De veras ha mejorado tanto nuestra eficiencia para producir lo mismo que antes, pero usando mucha menos energía, menos capital, menos mano de obra, menos cemento y menos  materias primas? hay dos opciones: o nos hemos vuelto unos puñeteros genios, o lo que cuentan es radicalmente falso.

El cálculo se puede hacer de muchas maneras: pro el uso de los factores productivos, pro la suma total de sueldos y salarios, o por el uso de las transacciones financieras: en todos los casos, resulta que nuestro PIB real es , aproximandamente, entre un 15 y un 20% menor de lo que nuestras autoridades declaran. Y el problema no viene de ahora: empezó nada menos que con Zapatero y nadie se ha atrevido a corregir la falsedad, por la cuenta que le trae.

¿Porque, qué ocurre con un PIB hinchado? Que nuestra deuda, que hoy es el 99,98% del PIB, pasaría, con las cifras reales, a ser más de un 125%, lo que prácticamente nos declararía en bancarrota.

Por lo tanto, lo peor de este dato no es que se haya maquillado incorporando al Producto Interior Bruto la prostitución y el tráfico de drogas: lo peor es que, aun incorporando esas actividades, seguimos teniendo que añadir magia de chistera y conejo para que las cosas cuadren.

Supongo que en la Unión Europea lo saben y hacen la vista gorda, pero lo malo será el día que tengamos que decir NO a algo y nos amenacen con hablar de las cifras verdaderas.

Porque si la verdad hace libres, la mentira hace siervos.

No suena bien, ¿verdad?

Los tipos de interés de las hipotecas no subirán en años

Una ventana de esperanza a los hipotecados

Una ventana de esperanza a los hipotecados

Eso es lo que parece desprenderse tanto de las palabras de Mario Draghi como de los análisis de las principales firmas bancarias, tras la reunión del Banco Central Europeo. Y es un alivio, porque con el actual nivel de endeudamiento, una subida delos tipos de interés tendría efectos devastadores, tanto para las finanzas públicas, atascadas en niveles de deuda estratosféricos, como para las economías domésticas, cada vez más preocupadas pro la mengua de su poder adquisitivo.

Mario Draghi, como siempre, dejó bastante claro (para lo que se estila en esos ambientes) la intención de su mensaje: que en ningún momento se había analizado cuándo finalizaría el programa de compra de activos en vigor (o impresión de dinero a destajo, si queremos llamarle por un nombre que entendamos todos). Que los tipos de interés se mantendrán bajos durante mucho tiempo y que el programa de compra de activos no durará para siempre, pero que no finalizará de forma brusca.

Por todo ello, no se esperan grandes cambios en la reunión de finales de años, ni siquiera a medio plazo. Todo lo contrario:  si se llega a hacer algún movimiento será para añadir más estímulos monetarios a la economía, por mucho que nos digan que esta va como un cohete, todo se ha normalizado, y que ya va buscando su velocidad de crucero hacia el crecimiento sostenido.

Es más, otro analista, Renta 4 en este caso, augura que en la última reunión del año (que se celebrará el 8 de diciembre), el BCE podría “extender el QE en torno a seis meses, desde marzo 2017 hasta septiembre 2017. Otro síntoma, como veis, de la confianza que, en el fondo, tiene todo el mundo en la marcha de la economía.

Si tenemos en cuenta que el BCE podría ampliar el programa de estímulos hasta otoño del año que viene y que, según el organismo, su retirada será gradual, nada parece indicar que pueda haber subidas en el precio del dinero hasta al menos 2019. Y tampoco, pro tanto, en las cuotas de las hipotecas.

Lo lógico sería que el organismo europeo siguiera los mismos pasos que su homólogo estadounidense (la Reserva Federal), que antes de tocar los tipos de interés fue reduciendo de forma progresiva su programa de compra de activos.

No es meterse a adivino: es una simple cuestión de calendario.

Los jueces meten mano a la usura

Viejo cuadro de usureros. Hoy suelen ser personajes web, mucho más siniestros

Dicen que la usura está en el nacimiento de la civilización occidental, y que el hecho de que unos pueblos pudiesen prestar con interés y otros no, porque se lo prohibía su religión, marca el origen del capitalismo moderno y la distribución de fuerzas de la Edad Media. Probablemente sea cierto, como probablemente sea también verdad que el prestamista tiene una imagen realmente nefasta ya desde tiempos de la Biblia, cuando Jesús los azota en el Templo. Y si esto sucede con los prestamistas, ¿pues qué será con los usureros, que son los prestamistas a tipos de interés abusivos?

En España, la legislación contra la usura es muy antigua y lleva muchos años sin aplicarse, considerada como una especie de resto folclórico de los tiempos en los que el Gobierno se preocupaba de la justa medida de las cosas y regulaba asuntos que hoy se consideran de índole privada. Pero, sin embargo, en estos días ha salido una importante sentencia contra la usura que puede verse repetida y tener repercusiones futuras.

En este caso, la sentencia va contra Cofidis, una conocida casa de préstamos rápidos, y se basa en otra sentencia del Tribunal Supremo del 25 de noviembre de 2015 relacionada con otro préstamo revolving que considera que “a este tipo de créditos se le aplica la Ley de Represión de la Usura contra el límite a la autonomía de la voluntad”.  La sentencia, que es recurrible, declara nulo el préstamo, establece que no se deben pagar los gastos de penalización por impago ni los gastos del seguro, declarándose nulos los intereses.

Y esa es la clave: que se pacten o no, se firmen o no, hay un límite a la voluntariedad de las cláusulas que las convierte en nulas, porque se entiende que, en determinadas situaciones, la voluntariedad puede hallarse sesgada por la necesidad, lo que entra en el terreno de la coacción.

De momento, esta legislación no se está aplicando a las hipotecas, aunque seguramente habrá casos en que las comisiones, los gastos y demás tasas aplicables podrían hacer crecer la deuda en un monto y una velocidad que hiciera incurrir al contrato en este peligroso terreno de la usura. Estemos atentos

La hipoteca y la educación financiera

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Hoy nos vamos por el lado de lo clásico

En este país, lo sabemos todos, lo más difícil es conseguir que una ley de educación, la que sea, permanezca el tiempo suficiente para que profesores y alumnos se adapten a ella y se pueda comprobar si da buenos o malos resultados. Al final, en el debate predominan temas como el número de alumnos por aula, el gasto que realiza por alumnos, la distribución entre escuela pública y concertada, y por encima de todo, la enseñanza de la religión.

Las razones, para mí, son claras: el número de alumnos por aula es lo que determina al contratación de profesorado y aquí pro lo que se lucha es por contratar más o menos profesores, ya sean los sindicatos o las administraciones quienes hablen del asunto. Con el gasto, pasa otro tanto: todo el mundo quiere más dinero para lo suyo, porque algo caerá. Y lo de la religión es un tema político. El alumno, al final, importa un carajo.

Importa un carajo porque los planes de estudios se construyen sin pensar en qué se quiere conseguir en realidad. Importa un carajo, porque ahora ya se habla de que no hay que inculcar conocimientos, sino modos y deseos de aprender, dejando cada día más de lado la formación para lo que puede ser útil, para lo que puede ser necesario y para lo que los chavales tendrán que lidiar en el futuro.

Por ejemplo, ¿cómo es posible que no exista una mayor educación financiera? ¿Cómo es que no se explica, con detalle, en colegios e institutos qué es una hipoteca, que significa cada una de sus cláusulas y qué riesgos apareja? ¿No sería más interesante explicarle a los chavales lo que es un  vencimiento, o pro qué las cuotas son fijas, que meternos a detallar las partes de las flores? ¿No sería interesante explicar que el dinero ya no simboliza oro, o que la deuda crea mas monetaria? ¿No sería bueno hablar de lo que es un presupuesto, lo que es el déficit público y qué consecuencias tiene?

Nada sobra, pro supuesto. No sobra la historia de las religiones, no sobra la historia, ni la filosofía. Soy incluso de los que creen que eliminar el latín fue una gran pérdida, pero actualizar los conocimientos no es sólo enseñar esa informática que la mayor parte de los chavales ya van aprendiendo pro su cuenta, sino dar educación financiera de modo que la hipoteca del futuro no sea un objeto arcano, casi mágico, que hay que pagar para que no te quiten la casa.

Y además, así no podrían escudarse cuatro listos en que no entendieron lo que firmaron. Una razón de peso que quizás haga que algún grupo de presión introduzca el tema en la agenda…

Los jóvenes en busca de un enemigo

Viejo remedio para la crisis

Viejo remedio para la crisis

Hay en España una generación, la de aquellos que tienen hoy más o menos entre 35 y 45 años, que se ha pasado media vida viviendo sobre el alambre, de hipoteca en hipoteca y de susto en susto. Y no porque su futuro profesional sea difícil, que también, aunque no tan complicado como el que han tenido que sufrir las generaciones siguientes, sino por la complicadísma conciliación entre lo que se les ofrecía a nivel material y lo que deseaban a nivel moral.

¿Me he pasado de filosófico? Es posible, pero intento profundizar. Y tranquilos, que ya acaba agosto.

Por una parte, los nacidos entres el 65 y el 75 son la generación que ha disfrutado de una vida más estable, próspera, tranquila y llena de oportunidades en mucho tiempo. Los que nacieron antes tuvieron que atravesar una época mala antes de encontrarse con la prosperidad, y muchos de los que nacieron después ya se dieron de bruces con la nueva realidad de los bajos salarios y los trabajos complicados de encontrar y mantener.

¿Y qué hay en el otro plato de la balanza? Una situación política y social que predispone a esta  generación a ser luchadora, idealista y contestataria. Pero no encuentran de qué ni contra qué, porque a buena parte de ellos les va estupendamente.

Y ahí es donde surge la tragedia de esta generación, que recoge los frutos del capitalismo mientras reniega de él, que habla mal de la contaminación mientras tiene un todo terreno, que se hace candidato por Izquierda Unida y sigue hablando de clase proletaria mientras vive en un chalé

Es casi imposible vivir en ese alambre, y más difícil aún conseguir que tus hijos te crean na palabra de lo que dices mientras además, ¡qué putada!, ven también cómo vives y lo que haces. Quizás por eso la generación siguiente, los nacidos en los ochenta, sea una de las más desorientadas que se hayan producido: porque no saben a qué quedarse, si a lo que ven, a los que les cuentan, a lo que deberían sentir y no sienten o a lo que deberían desear y no desean.

Sólo saben que alguien los ha estafado, que dicen por ahí que fue Franco, pero ese tío ya se había muerto cuando ellos nacieron y hay sospechas de que en realidad el gran timo se lo organizasen sus padres en forma de protección de derechos para los que ya están en e mercado a costa de los que están fuera.

¿Insiders contra outsiders en vez de izquierdas contra derechas?

¿Los que pagaron la hipoteca con un sólo sueldo, y en diez años, contra los que necesitan dos sueldos para pagarla en treinta?

Pues puede que sí. Y qué mal rollo…

La hipoteca para quien no la quiere

Uno de aquellos desventurados artefactos

Uno de aquellos desventurados artefactos

Con esto de las hipotecas, y siguiendo con mi serie veraniega, pasa un poco como aquel invento de las play pump: que la idea está muy bien para venderla desde lejos, sin mirar las circunstancias de quienes van a utilizar el producto.

A alguien, a mediados de los noventa, se le ocurrió la feliz idea de combinar la ayuda a los adultos con el desarrollo de los niños, y así surgió la Play Pump.

¿Y eso qué es? Se trata de una bomba de agua conectada a un profundo pozo que en vez de ser accionada manualmente par sacar agua se accionaba jugando en un tiovivo infantil, con caballitos y otros juguetes. Así, además de jugar los niños, sacaban agua en las zonas más necesitadas de África, liberando de ese trabajo a las mujeres, que eran las que tradicionalmente realizaban la tarea.

Fueron varios los países beneficiarios de esas Play Pump, pero se instalaron sobre todo en Malawi y la República del Congo.

¿Y qué pasó? Que para nosotros, en nuestra sociedad, era una idea muy buena, pero allí resultó que los niños jugaban sólo algunos ratos al día, y que el resto del tiempo lo dedicaban a otras tareas. Y resultó que las mujeres y los niños, cada vez que necesitaban agua, en vez de tener que mover con su esfuerzo una bomba manual, tenían que mover todo un artefacto de Micky Mouses, caballitos y demás chorradas, con todo su peso, para poder beber.

Y resultó que no sólo era más trabajoso, mucho más trabajoso, sino también terriblemente humillante y que los hombres, que antes rara vez participaban en esta tarea, dejaron por completo de hacerlo. El único momento en que los niños jugaban en el tiovivo y sacaban agua era cuando llegaban los europeos a hacerles fotos, así que durante mucho tiempo el proyecto pareció un éxito.

Hasta  que a alguien, un buen día, se le ocurrió preguntar en una aldea si querían que la nueva bomba fuese de las de siempre, o un tiovivo, y la respuesta fue clara: 100% en contra del tiovivo. A un pedagogo desconfiado se le ocurrió pensar que se estaba marginando a los niños, y les preguntó aparte: 100% también en contra del tiovivo, para que no les obligasen a pasarse el día entera dándole vueltas, como si fuesen asnos.

O sea, un exitazo.

La conclusión, por si alguien la quiere, es que no podemos arreglar los problemas de otras sociedades pensando que funcionan como la nuestra: con gente sana, alegre y con ganas de jugar para pasar el rato. Porque lo cierto es que allí, sacar agua, no es una cosa de juego, ni una necesidad que se pueda cubrir mientras se pasa el rato.

Ha habido mucha gente a la que se le ha colocado una hipoteca porque no tenerla era como no ser adulto cuando en realidad hubiesen vivido mejor, y más felices, con un alquiler y la posibilidad de cambiar de ciudad.

¿Le llamamos a la hipoteca Play Pump financiera?

 

La hipoteca y esa otra vida

Idea original para medir el tiempo

Idea original para medir el tiempo

Ahora en verano somos algo más de gente en los pueblos, seguramente porque la crisis ha hecho que muchos diesen por buena la casa de su abuela a falta de dinero para irse a Praga, a la costa, o a cualquier playa lejana o cercana. Son casas que se compraron sin hipoteca, que se terminaron de pagar cuando Franco era corneta en África, y que dan una sensación de solidez, posiblemente falsa, pero nacida de lo más básico: la tierra.
Pero precisamente en este época, y por ser más, se da uno cuenta de que algo sucede en la mente colectiva con el tema rural, algo torcido y enfermizo: por una parte queremos que se conserve el medio natural, que se cuiden los bosques, que se mantengan las lenguas y las tradiciones de nuestro acervo cultural y que se cultiven alimentos de calidad. Queremos, en suma, que nuestro territorio se mantenga en pie, que los tomates sepan a tomate y que la carne no sepa a plastilina.
Por otro lado, sin embargo, todo empuja al exterminio de los pueblos y sus medios de vida. Se eliminan los consultorios médicos, se eliminan las escuelas, se elimina el transporte público y se abandona a los pobladores del campo, muchos millones aún, a una especie de ciudadanía de segunda, donde pagamos impuestos y tenemos todas las obligaciones y responsabilidades, pero muy pocos derechos efectivos.

¿Dónde está la igualdad?, ¿dónde está la igualdad de oportunidades siquiera? Si ocho millones de españoles tienen que vivir con servicios restringidos, ¿de qué os extrañáis luego cuando os los van cercenando lentamente también a vosotros?

Un día hablaremos de lo que es la reducción latente del PIB y del empobrecimiento real que padecemos al abandonar capacidad productiva y natural en el campo, pero este no es el momento. Hoy hablamos de personas, gente a la que no se tiene en cuenta porque está lejos del rebaño y el que está lejos es más difícil de dominar, de controlar y hasta de influir.

Y a lo mejor es por eso por lo que constantemente se añaden piedras al muro que sepulta al medio rural: porque es el último reducto de verdadera libertad, donde la gente puede intentar aún aquello de la emboscadura de Jünger: “no colaborar en la creación de sistemas y mecanismos que destruyan nuestra propia libertad”.
El campo, de veras, ni se cuida ni se limpia solo.

Creer en el campo es creer también en las posibilidades de vivir de quienes se ocupan de mantener en marcha el ecosistema. Pensar lo contrario y creer que lo silvestre funciona solo es no haberse dado una vuelta por zonas absolutamente despobladas, y las empieza a haber de sobra: funcionarían si nunca hubiésemos llegado allí o si ya no pudiese llegar nadie. Pero el caso es que los de fuera pueden ir a talar árboles para madera sin que nadie los vea, pueden prender fuego y cazar lo que quieran. Porque nadie los ve. Porque a ese campo nadie lo defiende.

La naturaleza, hoy, no tiene más defensor real que el que vive en ella. Lo demás son circos de tres pistas.

Y sin embargo, cuando se habla del precio de la vivienda, de que es inasequible, se habla sólo de vivienda urbana… Pues tenedlo en cuenta, aunque sea en el último lugar de vuestra lista: también la hipoteca en el campo es otra cosa.

La otra visibilidad

La otra cara de Smartphone

La otra cara de Smartphone

Empiezo hoy una serie de artículos veraniegos que, sin ser ajenos a nuestro tema hipotecario, espero que sirvan para abordar el asunto desde otro punto de vista. Porque la hipoteca no es una causa, sino muy a menudo una consecuencia de nuestros males, o de esas cosas que pensamos poco o hacemos sin pensar.

Por ejemplo, la diferencia entre lo que hacemos y los demás perciben. O lo que hacemos para que los demás lo vean, con necesidad o sin ella de ofrecer una imagen determinada.

Estamos en un momento en que la visibilidad de cualquier acción lo es todo: compartir fotografías, difundir artículos, expresar opiniones en las redes sociales y, en general, dar a conocer lo que hacemos o lo que pensamos como modo de hacerlo crecer, o simplemente ponerlo en el mercado. Está bien, porque así funciona el marketing, pero a veces olvidamos a toda esa gente que hace funcionar el mundo y que simplemente trabaja y calla. Y de esa cerrazón sale un sesgo, un engaño, que nos induce a pensar que los que no asoman por nuestro mundillo digital no existen en la realidad…. Hasta que llegan las elecciones, por ejemplo, y acuden en masa a votar lo contrario de lo que decían las encuestas.

Y esas personas, rancias y viejas, anticuadas y analógicas, no son ceros a la izquierda. Sin esa gente, de la que sobran ejemplos, y más sobrarían si echásemos la vista atrás en nuestras propias familias, todo se iría al carajo en cuestión de días. Sin esa gente, la verdadera mayoría silenciosa, que ni hace click, ni grita, descubriríamos que la capa superior de nuestra civilización, la que se interconecta y genera intercambios, sería una especie de capa levitante, sin apoyo material sobre la tierra.

Hacer ruido es una opción, pero no se trata de una opción de vida, sino de una opción publicitaria. Entusiasmarse por cualquier cosa es bueno si quieres ser actor de anuncios de sartenes, pero no si simplemente quieres trabajar, tener una familia y disfrutar de tu tiempo como mejor te plazca.

El problema, creo yo, es que cada vez va quedando menos de esa gente que hace muebles sin hacer muchas virutas, y a medida que esas personas desaparecen, el mundo se vuelve más artificial, más engañoso, sin la solidez de saber que alguien está haciendo lo que sabe hacer, y hay algo real e indudable a lo que agarrarse: una habilidad y una destreza cocinada en años.

Y surgen así fenómenos como las relaciones basadas en páginas de contacto, las amistades de Whatsapp y los tipos de interés negativos en las hipotecas. Cosas que nos afectan, claro que sí, pero que una parte de nosotros mismos no llega a creerse.

Como si estuviésemos en un sueño. Como si estuviésemos en coma.