Archivo de la categoría: Hipotecas

Hipoteca sin aval

Casi escapo del aval...  ¡Casi...!

Casi escapo del aval... ¡Casi...!

No os voy a hablar de un sueño, como Luther King. Ni siquiera de una tierra imaginaria, como Tolkien. La hipoteca sin aval, existe, y es de este mundo. No es fácil de conseguir, por supuesto, pero tampoco hay que desesperar antes de tiempo.

Lo que más nos fastidia a todos del aval es que nos obliga a meter a terceros en danza, y a veces, hasta a cuartos y quintos. Se supone que el propio inmueble hipotecado tiene que servir de garantía para la devolución del préstamo (por eso se llama hipoteca) pero a veces los bancos quieren asegurarse y nos exigen el maldito aval, dependiendo de nuestras condiciones y de la sitiuación del mercado en ese momento, porque cuando los bancos competían como locos entre sí no se ponían tan duros, ni mucho menos.

Las características subjetivas de las que va a depender que la nuestra sea una hipoteca sin aval o no son más o menos, estas:

Nuestra edad. Los bancos suelen dar hipotecas sin aval más fácilmente si eres relativamente joven, aunque las condiciones serán peores y las cuotas algo más caras. Si eres un poco mayor, en vez del aval te pedirán un seguro de vida. De la hipoteca sin seguro de vida ya hablamos hace algún tiempo.

Tipo de contrato y empleo. Si eres funcionario, no hay problema. Si tienes contrato indefinido, haypocos problmas. Si tienes contrato pro seis meses, ponte en lo peor…

—Porcentaje que se solicite de la valoración del inmueble.

Mucho ojo a este último apartado porque, en teoría, si se solicita menos del 80 % de tasación del inmueble hipotecado, el banco no debería, legalmente, pedirnos aval.

Otra cosa es que al banco le importe tres puñetas la ley y se niegue con cualquier otro pretexto. Pero bueno es saberlo, ¿no?



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Euríbor e IPC (una relación difícil)

No es tan fácil meterle un gol a la banca... Ni siquiera de penalty.

No es tan fácil meterle un gol a la banca... Ni siquiera de penalty.

Al hilo de lo que nos decía el otro día D. Pedro Hernández Olmo, y antes de volver a los fallos sistémicos del capitalismo, quisiera hacer una reflexión sobre la posible evolución futura de hipotecas y alquileres.

Retomo una pregunta de aquella entrevista, con su correspondientes respuesta.

CH -¿Cómo cree que afectarán los precios pagados por las viviendas estos últimos años a los precios de los alquileres?

Nadie “da duros a cuatro pesetas” si los inmuebles han experimentado un incremento de precio desmesurado, quien ha pagado esos precios no va a regalar un alquiler que no rentabilice algo su inversión.

En primer lugar quiero decir que no puedo estar más de acuerdo con lo dicho ni creo poder expresarlo mejor.

Y en segundo lugar, quisiera que nos fijásemos juntos en un detalle, que se observa en las gráficas sobre Euribor e IPC publicadas en la parte izquierda de este blog:

El Euribor ha descendido notablemente en los últimos meses, aliviando la carga de los hipotecados, pero no hay que perder de vista que el IPC está en términos negativos, por lo que, en un escenario de deflación, nuestra deuda real ha crecido.

Una de las causas por las que siempre fue más interesante comprar que alquilar, para el que pudiera, era que la cuota, al ser constante, mermaba a nivel real por los efectos de la inflación. Como pagar mil euros hoy no iba a ser lo mismo que pagar mil euros dentro de veinte años, la primera época de la hipoteca era la más dura, pues la devaluación del dinero hacía más soportable cada año el importe de la cuota.

Esto fue lo que vimos siempre, proque mil pesetas del año cincuenta y uno eran siete veces más que mil pesetas del año ochenta y seis.

Sin embargo, si el escenario de IPC por debajo de cero se mantiene, tendremos que cada año deberemos más dibero real y la hipoteca sie irá haciendo más dura también cada año.

Es ley: la inflación perjudica al ahorro y beneficia al endeudado.

La deflación, en cambio, beneficia al ahorro, y perjudica al endeudado. Y cuando tenemos una hipoteca, los endeudados somos básicamente nosotros.

Podéis ver el efecto sobre vuestro boolsillo de este “pequeño detalle” en una estupenda calculadora de esfuerzo hipootecario que incluimos en este blog. Está en : https://www.calculodehipoteca.net/simuladores/calcular-esfuerzo-hipoteca/

Así que ojo al tema, porque lo que de veras hay que mirar es la diferencia entre Eribor e IPC. Lo demás, son canciones.

Hipoteca sin suelo

Agujero que dejó en el blog el último que metió un leñazo por no leernos con atención.

Agujero que dejó en el blog el último que se metió un leñazo por no leernos con atención.

Una hipoteca sin suelo es aquella que no contiene cláusula alguna que impida bajar el tipo de interés por debajo de una cifra. Los bancos, dentro de esa religión suya a la que llaman “letra pequeña” y que no viene a ser más que un altar donde sacrificar nuestros intereses en ofrenda a su cuenta de resultados, incluyen la cláusula suelo para que no nos baje la hipoteca si por alguna razón baja el Euribor más de lo que ellos consideran razonable.

De este modo, si el Euribor sube al doble, pagamos el doble de intereses, pero si el Euribor baja, se activa la cláusula suelo y toda la bajada se la meten ellos al bolsillo en forma de aumento del diferencial.

Os lo cuento con un ejemplo, para que nos entendamos, ya que he visto mucha gente desagradablemente sorprendida porque su hipoteca no haya bajado en la última revisión todo lo que tenía que bajar:

Hipoteca de 200.000 Euros. 20 años. Euribor + 0,75. El Euribor estaba al 4,80 cuando se contrató. Posible cláusula suelo al 2,5 %.

Veamos lo que pasa cuando hay cláusula suelo y cuando no la hay.

En el punto inicial, pagábamos una cuota de 1380 € al mes.

El Euribor baja al 1,20, como de hecho ha bajado.

Pues bien: en una hipoteca sin suelo, nuestra cuota mensual será de 1011 Euros.

Con cláusula suelo, nuestra cuota mensual será de 1142 Euros.

O sea que hay 131 Euros mensuales de diferencia. Lo bastante como para leerse muy bien las condiciones si estamos contratando ahora la hipoteca, y lo bastante también como para buscarse otra entidad que ofrezca hipotecas sin suelo y admita una subrogación de la nuestra. Porque en estas cantidades, y dependiendo de cual sea la cláusula suelo, a lo mejor vale la pena hasta cambiar de banco.

Y llegados a ese caso, no piquéis en el gancho moral de “ahora nos abandonas cuando nosotros confiamos en ti”. No confiaron en ti: confiaron en tus avales.

No nos quieren por nuestra belleza. Nos quieren por nuestro dinero.


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Las motivaciones y la hipoteca

Lo malo no es que nos engañen, sino que nos engañemos...

Lo malo no es que nos engañen, sino que nos engañemos...

Voy a referir las motivaciones a la hipoteca y a su cálculo y contratación, porque estamos en un blog de hipotecas y vivienda, pero desde ya os digo que estas motivaciones son generales, y son aplicables también a todos los ámbitos de la vida.

En principio había previsto escribir una artículo sobre los incentivos, pero visto que el respetable quería hablar de motivaciones, pues allá vam lo que se pide, y dejamos para otra ocasión el funcionamiento interno de la sociedad y los valores que inducen a la gente a moverse, a arriesgarse, o a preferir ahorrar o gastar su renta.

Las motivaciones fundamentales son seis, y para que os acordéis de ellas, se rigen por las siglas SABONE:

Seguridad: Nos hipotecamos, que es tanto como decir comprometemos una parte fundamental de nuestros ingresos y de por vida, por seguridad. Para no vernos al albur de las fluctuaciones y tener un techo que nos cobije.

Afecto: El componente del afecto intervine también en la hipoteca. Y si no, preguntad a muchos padres y abuelos por qué hacen de avalistas cuando ellos ya tienen el futuro resuelto y estarían más tranquilos disfrutando de la jubilación. Si preferís la hipoteca sin aval, echad un ojo al enlace.

Bienestar: La casa que es nuestra no es lo mismo que la casa que es de otro. A la larga, el evitar las reparaciones, gastos y mantenimientos en una casa que no es nuestra también nos pasa factura en forma de calidad de vida. Porque por no gastar, no la arreglamos, pero por no arreglarla no tenemos las cosas como es debido.

Orgullo: En el caso de las hipotecas esta motivación no aparece tan clara ni tan frecuentemente, pero todos conocemos algún caso de personas que se vieron arrastrado a comprar vivienda e hipotecarse porque lo hacían sus vecinos, sus cuñados o alguien de su entorno ante el que no querían aparecer como unos “pelados” que no se podían permitir una vivienda en propiedad.

Novedad: esta variable es aún más rara en el caso de las hipotecas. Hipotecarse porque es una novedad es el colmo, pero alguno habrá. De todos modos, os recuerdo que estoy haciendo un recorrido por las motivaciones generales, y que cada producto y persona tienen su propia fórmula que las combina.

Economía: nos hipotecamos porque pensamos que el dinero que pagamos nos va a conceder la propiedad de un bien, en vez de pagar a una persona, el casero, que nos concede simplemente su disfrute, pero no la propiedad. Con razón o sin ella, muchos de los que se hipotecan tienen muy en cuenta esta razón y creen que ganan dinero.

Como veis, son motivaciones lo suficientemente amplias para que cada persona determine su carácter y su vida por aquellas a las que prefiere.

Y si queréis, os propongo un ejercicio: que cada cual ponga por orden estas seis motivaciones en su escala de preferencias y compare esta escala con la de alguna persona querida o cercana. Entenderéis unas cuantas cosas y quizás os llevéis también alguna sorpresa.

 

 

 

 

Presión fiscal y sudor hipotecario

 

Sólo puedo prometer sangre, sudor y lágrimas. ¿Pero eso lo dijo Churchill o el director de un banco antes de conceder una hipoteca?

Sólo puedo prometer sangre, sudor y lágrimas. ¿Pero eso lo dijo Churchill o el director de un banco antes de conceder una hipoteca?

En plena crisis, hay que decirlo, el esfuerzo hipotecario ha decrecido en términos generales, tras la bajada de los tipos generales de interés y el Euribor en particular hasta las ridículas cotas actuales. Cierto es que el no puede pagar la hipoteca por haberse quedado sin empleo está peor que nunca, pero, crucemos los dedos, estos siguen siendo una minoría.

Lo que no mejora ni a tiros es la presión fiscal. Todo el mundo habla de las malditas subidas de impuestos del Gobierno, pero lo que casi nadie se para a pensar es que ese aumento de impuestos supone un esfuerzo o sudor fiscal muy superior al que en principio parece.

Los impuestos, por definición, se llevan una parte de nuestro remanente económico. Por tanto, no es lo mismo pagar mil euros de impuestos cuando nos sobran cinco mil después de pagar los gastos corrientes, que pagar esos mil euros cuando a duras penas llegamos a fin de mes.

En teoría, cuando las cosas  van mal los impuestos deberían bajar, pero en la práctica sabemos todos que no es así, porque la progresividad tiene un efecto limitado con lo que la presión, como tal presión, se incrementa mucho más de lo que aparenta por subirse los impuestos en una época de recesión. Porque la subida de impuestos en recesión es un peso doble: el gasto, y el esfuerzo. Es como si en la Edad Media subiesen los impuestos en años de malas cosechas. Hambruna asegurada.

Los impuestos deberían subirse en las épocas de prosperidad para dar tiempo a las familias a ajustarse a este sobrecoste. Hacerlo a traición, y cuando peor están las cosas, es como pedirle a alguien que te devuelva el paraguas que le prestaste. Legítimo, vale, pero pedírselo cuando empieza a llover es una canallada.

Por lo demás, hablamos otro día de lo que nos dan a cambio de esos impuestos. Si queréis consolaros, imaginad que vivieseis en Estados Unidos, donde pagas lo mismo que aquí y además no te dan nada de nada, porque es todo privado. Siempre hay modos de consolarse .

O de cabrearse, porque también hay casos mucho más ventajosos que el nuestro. Por si queréis comparar para mudaros a otro país, o por si queréis saber qué impuestos se pagan por ahí afuera, os dejo un enlace a una tabla de presión fiscal e impuestos que se pagan en distintos países del mundo.

Echadle un ojo, porque ayuda a entender muchas cosas.

La hipoteca ya no está de moda (una de risa)

Hipotecas en procesión, camino de San Andrés de Teixido...

Hipotecas en procesión, camino de San Andrés de Teixido...

En este blog seguimos aumentando nuestra popularidad, seguramente gracias a la inmensa genialidad de los que lo escribimos (disimulen las risas, por favor) pero lo cierto es que la hipoteca va perdiendo enteros día a día en el termómetro de la popularidad social, que es lo que marcan las charlas de café.

Las razones para ello, a pesar de la gran porción que la hipoteca se lleva de los ingresos familiares, creo yo que se centra en tres razones principales, que trataré de explicar evitando la terminología académica, aunque ello me obligue a inclinarme hacia el sanchopancismo.

-1- No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.

Las hipotecas son un mal y nos duelen como una muela picada a una buena parte de la población, pero son contratos firmados a veinticinco, treinta o incluso treinta y cinco años. En esas circunstancias, seguir hablando de ellas después de un tiempo es como seguir quejándose a los cincuenta años de la novia que te dejó a los veinte, o del penalty que falló el Betis en 1989 y que te dejó la quiniela con trece en vez de con catorce, lo que habría cambiado tu vida para siempre.

Los males de larga duración se diluyen en el sentimiento colectivo, como el frío en Islandia. Nadie se queja en Islandia de que haya cinco o seis grados bajo cero.

 

-2- Las hipotecas son animales mitológicos, como los unicornios y los décimos premiados con el Gordo.

Para los que no están hipotecados, las hipotecas son cosas que tienen los demás, como las condecoraciones de la Guerra de Cuba. A medida que pasa el tiempo y el grifo crediticio sigue cerrado, más y más gente se va convenciendo de que la hipoteca era una cosa del franquismo, abolida por algún artículo de la Constitución, y que ir a pedir semejante cosa a un banco es tan carca y desfasado como ir a pedir una camisa azul a la oficina del Movimiento.

Hubo gente a la que se la concedieron, es verdad, pero al ritmo que se mueve la información hoy en día y a la velocidad que caducan las noticias, la gente que recibió el visto bueno del banco pertenece a una época que nada tiene que ver con la actual. La mayoría de ellos incluso tienen muela del juicio y apéndice, o sea vestigios obsoletos de un homínido anterior en la cadena evolutiva.

-3- Los tipos de interés están escandalosamente bajos.

La sabiduría popular, o la superstición general, que a veces son lo mismo, indican que hay que evitar hablar de las cosas que no queremos que cambien. Mientras la hipoteca se pueda pagar sin prostituir a la abuela o o vender chapas nada relacionadas con el gremio del metal, es mejor no hablar mucho de ella, no vaya a ser que se despierte.

El verso “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy“, además de formar parte de la nueva letra del himno nacional (estrofa tercera) refleja muy en particular el sentimiento más íntimo de todos los hipotecados cuando el Euribor está al 1,2 %.

Por todo lo antedicho, aprovechad ahora para dialogar y hacer comentarios, que en cuanto el Euribor suba dos puntos, aquí no vamos a dar abasto de consultas y lamentos.

Para entonces, ya os aviso, cambiaré mi apodo de Ladríllez por el de Jeremías. Todo sea por la empatía.

 

P.D: No vuelvo a escribir bebido. Os lo prometo.

Y feliz día de Difuntos

🙂

 

 

 

El paladar de los bancos (gastronomía hipotecaria)

Lo malo no es el paladar...

Lo malo no es el paladar...

Os decía el otro día que a la hora de buscar un piso no sólo hay que buscar lo que nos agrade a nosotros, sino también lo que le guste al banco, porque es el que tiene que dar el dinero y habrá inmuebles que valore más que otros.

Por supuesto, las razones que os alegarán oficialmente serán otras, como coeficientes de riesgo, valoraciones independientes y sambas de ese estilo, pero después de comparitr barra de bar y algún mueble más con empleados y directivos de banca, creo que puedo, y debo, contaros algunas cosas sobre el paladar de los bancos, en el entendido de que las razones primarias para conceder o denegar una hipoteca son, por supuesto, la solvencia del cliente y el valor aproximado del bien respecto a la cantidad solcitada.

Pero como muchos de nosotros estamos en el filo, ya sea como compradores o como vendedores, pues teambién para vender necesitamos que se le conceda la hipoteca a nuestro cliente, os cuento cuales son las otras valoraciones, alternativas,  que circulan porlas mesas de sus despachos y por las líneas de sus teléfonos. Si son políicamente correctas o no, es lo de menos. Lo importante es que son reales:

—Si el piso tiene más de sesenta años, y está fuera de normativa urbanística, porque en su momento habrá que ampliar aceras o construir aparcamientos, por ejemplo, un punto negativo.

—Si está en una zona ruidosa, de mucho tráfico o jaranas constantes, tipo fiestas, saraos o botellones, punto negativo.

—Si abundan en el barrio las minorías étnicas, punto negativo. Si abundan los suecos,  los noruegos, o los jeques kuwaitíes, no se aplica. No me hagáis ser más explícito, ¿vale?

—Si no tiene ascensor, punto negativo.

—Si no tiene garaje en el propio edificio, punto negativo.

—Si los vecinos del inmueble son muy mayores, o hay mucho vecino de alquiler y poco en propiedad, punto negativo.

—Si tiene portero, o una comunidad elevada, punto negativo.

Que a vosotros no os importen esos inconvenientes, por la razón que sea, y estéis dispuestos a seguir adelante, porque precisamente por eso tiene tan buen precio el piso, al banco le trae al fresco. Los bancos, y más en esta época, lo que miran es sus posibilidades de revender el inmueble en caso de que algo vaya mal, y antes de pensar que sus criterios son erróneos pensarán que vosotros sois unos bichos raros y que “vete a saber si encontraríamos otro igual”.

A nosotros nos gustan las gangas, porque tenemos necesidad de pagar poco. A ellos no. A ellos lo que les gusta es pensar que es fácil de revender. Tenedlo en cuenta a la hora de exponer vuestra idea y seguro que os irá mejor.

Porque pedir es también venderse a uno mismo como producto de confianza. No lo olvidéis.

P.D: El Euribior cierra octubre con  el 1,243 %. Todo un récord a la baja. Enhorabuena a los hipotecados.

VPO en subasta (agujero número uno)

Bache que apereció un día de estso en nuestro sistema económico.

Bache que apereció un día de estso en nuestro sistema económico.

Hoy empiezo una pequeña serie, que no será continua, sino salteada, sobre los maravillosos agujeros que arratonan el tejido de nuestra sociedad. Como estamos en un blog de hipotecas, quiero comenzar por los modos de obtener las VPO, dejando a un lado los compincheos, compadreos, cohechos y otros delitos que ya aparecen directamente en el Código Penal.

El sorteo de las VPO es algo que nos parece a todos injusto, pero seguro que empezaréis a pensar que es una maravilla en cuanto sepáis algo más de este otro sistema.

Como sabéis, y es de risa, una VPO tiene que conservar su régimen de vivienda protegida durante una serie de años y después pasa a ser libre. Este periodo puede ser de 30 años (las de la Ley de 1978) o de quince o veinte años, con la nueva legislación.

Bien, pues con esas mimbres, existe esta posibilidad:

Un ciudadano, al que llamaremos Pepe, se ve agraciado con una VPO. Lo celebra por todo lo alto, va a hacer su escritura, su hipoteca, y cumple con todos los demás sacramentos hipotecarios. Por tanto, la vivienda es suya, y la administración que se la concedió se olvida de él, considerándolo un agraciado del sistema y un sujeto pasivo de la solidaridad común.

Pues ahora Pepe, se puede ir a vivir a esa vivienda, o dejársela para un hijo mientras estudia la carrera, porque Pepe vive en un pueblo, pero le venía muy bien el piso en la capital para que el saliesen más baratos los estudios del hijo.

El hijo de Pepe acababa la carrera a los cinco años, y Pepe decide deshacerse de la vivienda. Pero como no puede venderla a cualquiera ni por encima del precio máximo, recurre a otro sistema: deja de pagar las cuotas de la hipoteca, el banco se la embarga, y la subasta.

¿Y qué pasa en la subasta? Pues que a esas subastas van como locos montones de inversores, sociedades y gente de todo tipo, porque es el modo de hacerse con una Vivienda de Protección Oficial sin cumplir ningún requisito.

Pepe contento, porque la vivienda va a alcanzar un precio con el que pagará toda la deuda del banco, y le quedará mucho dinero para el bolsillo, tanto o más del que ha puesto. La vivienda le ha salido gratis y hasta puede haberle dejado un buen beneficio en algunos casos, pues el Estado controla las transmisiones, pero no las subastas judiciales.

Y el comprador contentísimo, porque sin cumplir ningún requisito se ha hecho con una vivienda social que en unos años será libre y podrá venderla a precio de oro.

Los únicos que nos quedamos con cara de tontos somos los demás, pero como ya estamos acostumbrados, pues no pasa nada.

¿A que sí?

 

 

El mercado laboral en España

Fijos y temporales conviviendo en el mercado.

Fijos y temporales conviviendo en el mercado.

Amigos, hay que reconocerlo: el problema ya no es tanto si sube o baja la hipoteca, que también, sino de dónde va a salir el dinero para pagarla, porque el curro se pone difícil y no parece, a primera vista, que la recuperación económica, cuando llegue, vaya a redundar en nuestro país en una mejora sustancial de las cifras de desempleo.

Como unos somos jóvenes y otros desmemoriados, y como ambas categorías no se excluyen entre sí, me gustaría hacer hoy un repaso por los distintos intentos regulatorios del mercado laboral en España. No pretendo tener la verdad, por supuesto, pero os aseguro que seré sincero.

La primera, pues, en la frente: dejando a un lado las limitaciones políticas, el Fuero de los Trabajadores del franquismo era la bendita panacea. Consagró el empleo fijo, dificultó el despido, consagró las ordenazas laborales por gremios y ramas productivas y, a menos que apuñalases a la madre del patrón, podías contar con jubilarte en la misma empresa donde entraste a los dieciséis años como chaval de los cafés. Las subidas salariales fueron constantes y sostenidas (por eso se pasó de ir en burro al Seat 600), el déficit público era de risa (menos del 0,5 % del PIB ) y el precio de la vivienda equivalía al salario de 11 años de UN trabajador.

Partiendo de este panorama, en 1984 (con Felipe González) se aprobó la primera reforma laboral, con la idea de que el mercado era demasiado poco flexible, lo que entorpecía la creación de puestos de trabajo en los momentos de bonanza, auqneu se impidiese su destrucción en las crisis. Si era tan difícil despedir a un trabajador, las empresas procuraban estirar su plantilla al máximo, pero no la incrementaban y eso trataba de evitar esta reforma, ideada para que España pudiese dar el gran salto. Su punto estrella fue la creación de contratos de trabajo sin duración determinada, los indefinidos, y se intentó promoverlos dándoles ventajas fiscales y de cotización.

Esta reforma funcionó bastante bien, porque hasta finales de los ochenta se crearon muchos cientos de miles de puestos de trabajo. La cosa no fue perfecta del todo, porque se creó una fisura grave entre los trabajadores: la diferencia entre los fijos, contratados en el franquismo, que tenían todos los derechos, y los recién contratados, que no tenían casi ninguno, de modo que los sindicatos peleban casi en excluiva por los primeros, que eran los que realmente iban a estar allí de modo permanente.

Poco a poco la tempopralidad creció y a principios de los noventa, uno de cada tres trabajadores tenía ya contrato temporal. Esto perjudicó no sólo a los trabajadores, sino a toda nuestra economía en su conjunto, pues las empresas dejaron de invertir en formación de los trabajadores, lo que redundó en menos productividad y menos competitividad. Cuando el contrato es temporal lo que se invierte en enseñar a jacer algo a un trabajador es dinero perdido en cuanto el trabajador se marcha.

Por otra parte, y esto fue culpa de los sindicatos, esta división en dos grupos de trabajadores con muy distintos derechos, supuso que los que estaban fijos tenían mucho mayor poder de negociación, porque siempre serían los últimos en ser despedidos, ya que ante cualquier eventualidad los que caerían primero serían los otros. Por eso, presionaron duramente al alza de salarios que se compensaban de inmediato con recortes entre los que tenían contrato temporal.

En 1994 se aprobó una nueva reforma laboral que creó nuevos tipos de contratos para los más jóvenes, que tenían grandes dificultades para acceder al mercado laboral, y se autorizaron las empresas de trabajo temporal, las famosas ETT cuyo negocio consiste en lo que todos sabemos. Como no se consiguió gran cosa y se seguía destruyendo empleo, en 1997 (con Aznar) se aprobó otra reforma que trató de flexibilizar más aún el mercado de trabajo, manteniendo las dos castas, ya que en España siguen sin existir leyes que sean aplicables a todos los trabajadores.

Lo que tenemos actualmente es que la tasa de temporalidad no sólo no decrece, sino que sigue aumentando, lo que perjudica tanto a empresas como a trabajadores.

¿Y hasta cuando? Hasta cuando se cumpla el artículo ese de la Constitución, ese tan tonto de que todos somos iguales antes le ley.

 

¿Es rentable alquilar? (Un laberinto con veneno al fondo)

Molino socialista: el agua sube sola, mueve la rueda y todos salimos ganando.

Molino socialista: el agua sube sola, mueve la rueda y todos salimos ganando.

Amigos, la cuentas no me salen. El eterno enfrentamiento entre partidarios de la compra en propiedad y de la vivienda en alquiler se resuelve, desde mi punto de vista, en un punto muerto donde tengo la impresión que desfallece la lógica.

Vamos a ver.

Una hipoteca de un piso me costaría 900 € al mes, y un piso en alquiler me cuesta sólo 500 €. Muy bien. El piso nunca será mío pero me ahorro 400 € todos los meses, que son justo los que gasto en comer y en tomar un café los sábados que acaban en cuatro, que es todo lo más que me permite mi sueldo Kunta Kinte. Hasta ahí, sin problemas.

Pero el caso es que los pisos no se alquilan ellos solos, así que si miramos el asunto desde el lado del propietario, tenemos algo raro. ¿Alguien se cree que el dueño del piso está pagando 900 € de hipoteca por él y cobrando 500 al inquilino?, ¿alguien cree que asume todos los riesgos que un alquiler conlleva cobrando menos de lo que le cuesta el piso?

Aquí hay algo raro. ¿No os parece? Si alquilar es rentable para el inquilino, entonces no lo es para el casero, y si es rentable para el casero, entonces no lo es para el inquilino.

Si en lugar de hablar de casas hablamos de coches, quizás lo entendamos mejor. Una empresa de alquiler de vehículos, ¿a qué precio tiene que alquilar los coches? Al precio que le permita cambiarlos por otros nuevos al fin de su vida útil y que le deje al mismo tiempo un margen de beneficio. Si no fuese así, no sería una empresa de alquiler, sino Cáritas Sobre Ruedas.

¿Y entonces qué pasa con los pisos?

Pues creo que una de estas dos cosas:

-O que vivir de alquiler es una necesidad, pero nunca un buen negocio.

-O que los propietarios están alquilando los pisos que compraron en tiempos del abuelísimo, cuando costaban alrededor de 70 mensualidades de un sueldo medio (que es lo que costaba un piso hasta 1977)

En el primer caso, bueno será saberlo, para no contarse mentiras a uno mismo. En el segundo, bueno será saberlo también para hacerse idea de lo que sucederá con los alquileres cuando entren al mercado los que la gente ha comprado ahora.

¿O creéis que el que compró un piso por trescientos cincuenta mil euros lo va a poner en alquiler por quinientos?

Seamos serios y vayamos preparándonos.

Hipotecas y sartenes

Cuando salió el carné por puntos, sacaron el coche por puntos...

Cuando salió el carné por puntos, sacaron el coche por puntos...

En una ferretería antigua vi una vez un cartel que decía: “como el banco no vende sartenes, yo no presto dinero“. El letrero llevaba allí al menos cien años, o lo que es lo mismo, tanto como la propia ferretería.

Se trata, obviamente, de una de esas bromas castizas que se ponían por escrito en algunos establecimientos, pero en este caso recuerdo también que el dueño, un anciano socarrón, acabó cambiando el letrero antes de jubilarse pro otro que decía: “aunque el banco venda sartenes, toallas y cucharas, yo sigo sin prestar dinero

La costumbre de la banca de entrometerse en otras áreas de negocio para las que no tiene ni licencia ni conocimiento, no es nueva. Desde aquellas promociones en que regalaban ordenadores, toallas, juegos de cama, baterías de cocina, vajillas, cuberterías, sartenes, y todo lo que uno se pueda imaginar a cambio de renunciar a los intereses del dinero no ha pasado tanto tiempo, pero aún nos sorprendemos de que ahora la banca se haya convertido casi de repente en agencia inmobiliaria.

La banca, en España, ha creído desde siempre que tiene patente de corso para el más burdo intrusismo, y aunque a todos les hiciese gracia que regalase un juego de sartenes por un depósito de mil euros, al que había comprado las sartenes y sabía que le iban a enmohecer en el almacén no le hacía ninguna. Ni pizca.

Ahora resulta que muchos de nosotros pensábamos que siempre se podría vender el piso en caso de necesidad, si la hipoteca apretaba demasiado, y nos encontramos con que la banca vende y subasta miles de pisos de su propia cartera y que no da un duro en préstamo a nadie si no es para quitarse un poco de ese lastre. O sea, que o se lo compras a ellos, o lo pagas a tocateja.

Ahora resulta que nos chafa el negocio a nosotros, nos quita la liquidez a nosotros, y nos pone la soga al cuello a nosotros, aprovechando su tamaño y su fuerza para imponer sus condiciones. Y ya no nos hace tanta gracia.

La cosa empezó en las sartenes. Si no les hubiésemos tolerado aquello no habríamos llegado a esto. Pero aquello no era asunto nuestro, ¿verdad? Pues ahora, ajo y agua.

El coste real de la hipoteca (una piedra contra el aquiler)

Hipoteca vestida de alquiler, o viceversa...

Hipoteca vestida de alquiler, o viceversa...

A veces, por simplificar las cosas, o porque simplemente nuestras circunstancias nos enseñan que los datos macroeconómicos no son aplicables a nuestro caso, pensamos que el coste de una hipoteca es simplemente lo que pagamos por ella de intereses.
Con esta idea, nos dejamos convencer a veces de que cualquier remanente de dinero que tengamos puede estar bien empleado en bajar la cuota o en reducir el número de años, cuando lo cierto es que hay que tener en cuenta alguna variable más antes de tomar la decisión más interesante.
A mi entender, lo más importante, y que olvidamos muy a menudo, es que el dinero visto en dos puntos distintos de tiempo no es igual a sí mismo. Si l pensamos en general, todos entendemos que no son lo mismo cinco mil pesetas del año 2000 que treinta euros de hoy en día, pero en cuanto nos ponemos a aplicar esa idea, tan clara, a una hipoteca, parece que se nos nubla el entendimiento y ya no comprendemos que las cuotas que pagaremos en el futuro las haremos efectivas con dinero que valdrá mucho menos que el de hoy.

Y es que pasa siempre: las cosas obvias en general dejan de serlo en particular, como lo del ADN, que sabemos muy bien lo que es cuando vemos que un policía de una serie lo usa para descubrir a un criminal, y luego no tenemos ni idea de lo que es cuando hablamos de otras cosas que hoy no menciono porque me pilláis de buenas.

Pues con el dinero, lo mismo.

Una hipoteca a treinta años, por ejemplo, con una cuota de 1000 €, paga mil euros de hoy durante los treinta años, pero mil euros de hoy no serán la misma cantidad de dinero que mil euros del año 2020, y menos aún que mil euros del año 2040, los mismo que cinco mil pesetas de 1979 era muchísimo más dinero que treinta euros de hoy.

Lo que marca el verdadero coste de una hipoteca es la relación que exista entre el tipo de interés y el IPC.

En todo caso, el coste real de un hipoteca será el tipo de interés menos la inflación anual. Si el tipo de interés está por debajo del IPC, como ha sucedido durante todos estos últimos años, entonces la hipoteca sale gratis y hasta produce dinero. Y en ese caso, por supuesto, no vale la pena ni reducir cuota ni reducir años: lo mejor es meter el dinero en otra cosa, lo más segura posible, y lo más rentable que se pueda.
Ahí tenéis otra de las causas, una más, de la meteórica ascensión de los precios de los pisos: que pedir el dinero para comprarlos salía medio gratis. Más aún de lo que parecía, pues el IPC real estaba muy por encima del que nos contaban los estadísticos.

Y como el dinero era barato, subían los activos. Por eso ahora, cuando el dinero escasea, los pisos bajan. ¿Son más pequeños o están en peor sitio? En absoluto.  Lo que pasa es que hay menos dinero para comprarlos.

El día que nos convenzamos de que muchas veces el precio no tiene nada que ver con la cosa comprada. nos desenvolveremos mejor en esta sociedad que nos ha tocado.

Entre tanto, ojo al tema de hoy, proque los alquieleres se actualizan con el IPC, mientras que las cuotas de la hipoteca son constantes. Y sería curioso saber quién paga más al cabo de los 30 años.

¿Probamos a hacer las cuentas?

¿Quién se atreve?