Hay mucho fntasma con necesidad urgente de un exorcismo
Como creo que ya vais viendo que no escribo aquí para caer simpático, voy a abordar hoy un tema que suele darme problemas cada vez que lo explico. Se trata del comercio justo, y su particular entendimiento de lo que es la política de costes y la fijación de precios.
Suele entenderse por comercio justo aquel que paga un precio superior por las materias primas al que habitualmente suelen pagarle las grandes multinacionales al productor.
En principio, la idea es encomiable, y si se pagasen mejores precios en origen se lucharía con más eficacia contra la producción de drogas, por ejemplo, porque es un hecho innegable que en algunas partes del mundo se cultiva coca o amapola para la heroína porque es lo único que deja un margen para la subsistencia a los agricultores locales.
O sea, que hasta ahí, muy bien, y tres hurras por la idea.
La cuestión viene luego, y si me lo permitís, ponemos el café como ejemplo.
Un paquete de café molido de 250 g. cuesta en el Corte Inglés 1,65 €, y como todos sabéis, este establecimiento se distingue por otras cosas, pero no por tirar los precios.
Un paquete de café molido de 250 g., en una tienda solidaria de comercio justo (Intermon, por ejemplo), cuesta 2,20€ . La diferencia es de 55 céntimos, un 33 %, o lo que es lo mismo, de 2,2 € en kilo de DIFERENCIA.
Esto, de momento, no ofrece ningún problema, pues estamos colaborando a que se le pague un precio justo al productor. Vayamos ahora al origen de la cadena.
Según datos del gobierno colombiano, el precio del café en origen en agosto de 2009 era de 2,15 $ por kilo. Eso, para que nos entendamos, equivale a 1,53 € por kilo, aproximadamente.
Según los datos que hemos podido recabar, porque no es fácil, las organizaciones de comercio justo pagan 2,53 $ por kilo, lo que son 1,81 € por kilo.
Ahora, analicemos: las organizaciones de comercio justo pagan un 17,67 % más por el café a los productores, y nos consta que en algunos casos llegan a pagar hasta el 20 % más del precio de mercado. Nuestro aplauso por ello.
Y entonces, después de aplaudir, nos frotamos los ojos, y pensamos un momento: ¡Pero coño!, ¿aquí qué está pasando?
Si pagan un 20 % más en origen y nos cobran un 33 % más en destino, ¿quién se está forrando aquí? Pagan 28 céntimos más en kilo, y nos cobran 2,2 € más en kilo. ¿qué cachondeo es este?
¿Será que también pagan más a los camioneros, los tostadores, los almacenistas y las tiendas de distribución?, ¿pagarán más también por el alquiler de sus locales o por el recibo de la luz? Me temo que NO.
¿A qué se debe entonces esa diferencia? Se debe, simplemente, a que los promotores del comercio justo son justos con los productores, pero le atizan de lo lindo a los consumidores.
Esa modalidad de comercio justo, por tanto, es justa de un sólo lado, y justa únicamente a nuestra costa, que pagamos, pero no a costa suya, que mantienen e incrementan notablemente los márgenes comerciales, obteniendo así un beneficio de explotación por unidad muy superior al de las grandes multinacionales.
¿Cómo justifican ese incremento de precio? Supongo que como donativo para una buena causa. Para otra cualquiera que se les ocurra.
Pues si ellos lo dicen pues vale. Pero está bien que sepamos cómo funcionan las cosas, porque a veces, al hacer cuentas, o por no hacerlas, nos dejamos en el tintero demasiadas cosas.
Y se calla demasiado. Se calla por ejemplo que pagar más al productor no impide tener más beneficio a costa del consumidor bienintencionado.