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Innovar no es tener ideas peregrinas. Ese es nuestro problema.
Llamadme pesado, os lo ruego.
Voy a hablar del exceso de capacidad productiva, otra vez, porque veo que no se acaba de meter la idea en la cabeza ni a nuestros políticos ni a los comentaristas de prensa económica. Yo seré un pelma, pero al menos los que frecuentáis este blog tenéis una idea más, no mejor, pero distinta, de las causas y posibles salidas de esta crisis.
Decíamos el otro día que para crear empleo era necesario encontrar gente dispuesta a asumir un montón de riesgos (y complicaciones) a cambio de un beneficio incierto.
Hoy tengo que añadir que, además de eso, es necesario encontrar un nicho en el mercado, y lo cierto es que cada vez hay menos rincones donde sea posible competir generando empleo, porque las necesidades totales pueden ser ya cubiertas por un número cada vez menor de empresas.
Las verdaderas oportunidades de competir están en hacer lo mismo que ya está haciendo otro, pero más barato, o con menos empleados, y eso puede crear economía y beneficios, pero no crea empleo a nivel global.
La mecanización, las fusiones de empresas, el aprovechamiento masivo de las sinergias, y también, por qué no decirlo, las prácticas monopolísticas tan comunes en algunos sectores hacen que sea muy difícil entrar en el mercado como no sea a a través de la innovación.
Y en ese campo, precisamente, los españoles no somos punteros.
¿Creéis realmente que podemos seguir creando empleo fabricando masivamente ladrillos, barcos, y bordillos de acera? Una sola empresa, en un rincón perdido del mundo, es capaz de producir todos los bordillos que se precisan en el mundo entero. Lo mismo con todos los bolígrafos, etc.
El problema, nuestro problema, es que todo lo que pueda ser fácilmente deslocalizable es más rentable de producir en otro lado, y lo que no lo es, como los servicios, no alcanza ya a cubrir la masa crítica de la economía.
Todo el mundo puede producir mucho, demasiado, y no hay clientes para tanta mercancía. Los almacenes rebosan de productos sin vender y las cuentas de los bancos y las promotoras de pisos sin vender. En esas condiciones, seguir produciendo, es apretarse más la soga al cuello.
Y dejar de producir, pegarse un tiro.
Elijamos.