Archivo del Autor: Ladríllez

Acerca de Ladríllez

Javier Pérez Fernández (Zamora, 1970) Director durante 10 años de la revista universitaria dela Universidad de León, ha participado en casi todos los foros asociativos y juveniles de la ciudad. Escribe desde los 14 años en periódicos y revistas, especialmente Bedunia, como satírico, y en el diarioLA CRÓNICA-EL MUNDO, donde realizó un suplemento dominical sobre historia militar leonesa. Profesionalmente, se especializó en marketing y economía agraria. Trabaja como comercial de publicidad para medios de comunicación y dirige una casa de turismo rural en la montaña leonesa. En cuanto a trayectoria literaria, empezó por el verso satírico, estudió métrica y composición clásica y es autor de más de mil poemas, aunque jamás se consideró poeta. Más constante ha sido su dedicación al columnismo de prensa, medio en el que ha publicado más de ochocientos artículos en los últimos veinte años. Como autor de relatos cortos, ha tratado de conciliar la temática escabrosa con el estilo irónico, lo que le ha valido más reconocimientos que amistades. En total tiene escritos más de doscientos relatos y ha recibido casi una veintena de premios en este campo. Pero el género donde considera que mejor se desenvuelve es el de la novela. Escribió su primera obra de más de doscientas páginas a los dieciocho años, aunque afirma que sólo permitiría su difusión bajo amenaza a punta de pistola. Desde entonces, ha escrito una enorme epopeya espacial de más de dos mil folios, y cinco novelas, una de las cuales,la Crin de Damocles, le valió el premio Azorín 2006. La espina de la amapola, Ed. Planeta 2008. El Gris. Ediciones B. 2010 -La crin de Damocles, Ed. Planeta 2006. Premio Azorín de novela. -Viento Divino. Caja Murcia. Instituto Castillo Puche. -Antología poética Antonia Pérez Alegre. Fundación Espejo 2005. -Apagar el sol. Ayuntamiento de Toledo. Premio narrativa femenina 2005 -Historias para catar. Tropo Editores 2007 -Diversas antologías y colecciones de cuentos.

La balanza de pagos

Descripción gráfica de nuestra situación

Descripción gráfica de nuestra situación

No sé si será un signo de los tiempos o se deberá a algún otro tipo de componente sociológica imposible para mí de detectar, pero últimamente tengo visto que hay diferencias importantes entre lo que la gente sabe y lo que la gente aplica de su conocimiento. Es un fenómeno curioso, como una autoimpuesta estupidez, y sus consecuencias afectan a muchas facetas.

Por ejemplo, casi todo el mundo sabe lo que es el ADN, y lo controla muy bien cuando ve una serie policiaca tipo CSI, pero cuando se trata de hablar sobre otros temas, como pro ejemplo el aborto, deja de saber lo que es el ADN, deja de saber que es único y deja de saber que es identificativo.

Y lo mismo pasa con la balanza de pagos.

Todos sabemos lo que es la dichosa balanza de pagos, pero a veces parece que preferimos hacer como que no lo entendemos. La balanza de pagos es la diferencia entre el total de lo que importamos y el total de lo que exportamos. Y no hay más.

A largo plazo, lo importado y lo exportado tieen que igualarse, o no habrá conm qué seguir importando. Si el dinero solamente sale pero no entra, el dinero se acaba, te dejan de prestar y acabas por no poder comprar fuera. No es tan difícil de entender, pero pararece que no queremos saberlo.

¿Y cual es la situación de la balanza de pagos española? Desastrosa. Hace décadas que importamos más de lo que exportamos. Hace décadas que nuestras exportaciones, más los ingresos por turismo, son incapaces de cubrir lo que compramos fuera, más la cuenta energética del petróleo.

Mientras las economías exteriores están dispuestas a seguir prestando esto no se nota mucho, pero cuando se restringe el crédito a nivel mundial nos encontramos con que la verdadera situación nos señala como candidatos a la devaluación.

Una devaluación que si no puede ser de moneda, por estar en el Euro, será de salarios y de nivel de vida.

Por eso digo siempre, y espero que ahora me entendáis mejor, que el que roba y gasta lo robado en el país, aunque sea en yates y cubatas, hace menos daño a la economía común que el que es honrado y cumplidor pero se compra un coche fabricado fuera.

La balanza de pagos es el daño real. Lo demás, tiene mejor remedio.

Hipoteca, huevo y gallina

Mantengamos a la fiera bajo vigilancia.

Mantengamos a la fiera bajo vigilancia.

Hoy vamos a hablar del huevo y la gallina, tema que se presta a toda clase de discusiones constantinopilitanas, que es lo mismo que estambúlicas, o si lo preferís, bizantinas. Ya veis en qué plan vengo, así que armaos de paciencia.

La cuestión que nos preguntamos es si una crisis viene dada por una falta de inversión o por una falta de consumo, y sobre todo, qué se produce primero, si la falta de consumo o la falta de inversión.

¿Se dejan de hacer pisos porque ya no se venden?, ¿o se dejan de vender porque la gente no tiene ya trabajo o no consigue que le presten el dinero?

Cada sector es un mundo, por supuesto, y la intervención del consumo y la inversión en cada cual es muy dispar dependiendo de condiciones de todo tipo, pero en general, muy en general, y con datos macroeconómicos en la mano, soy de la opinión de que las crisis se originan por una falta de inversión en primer lugar y luego, sólo luego, al expresarse esa falta de inversión en una menor actividad, llega el paro, la desconfianza, las malas expectativas, y finalmente el desempleo y la disminución del consumo.

Por tanto, se sale de las crisis fomentando la inversión y no el consumo. Se sale de las crisis reduciendo los impuestos a los empresarios (en especial a los pequeños y medianos, más sensibles a pequeñas variaciones) y no tanto subiendo los sueldos a los trabajadores. El simple hecho de que haya más gente trabajando será suficiente para impulsar el consumo sin necesidad de regalar dinero a la gente. Y sin todos los efectos perniciosos de repartir lo de todos entre lso que lo han ganado y los que no.

Pero de la componente ética de repartir, ya hablamos otro día.

 

 

 

 

El seguro de desempleo y el seguro del coche

 

La cosa está mala...

La cosa está mala...

Hoy voy a hablar de un tema que supone un pellizco muy grande en el gasto público y una balsa de fraude muy importante en el conjunto del gasto público, pero que nadie menciona sabiendo que sacarlo a colación es como abrir las puertas del Infierno.

Se trata del seguro de desempleo y el hecho de que sea igual para todos e igualmente costoso y obligatorio cuando está claro que, por distintas razones, unas personas suponen un riesgo mayor para le sistema que otras.

El contrato de seguro se basa en la idea de cubrir un riesgo con una cantidad que, tomada de modo estadístico, sirva para cubrir el riesgo del conjunto con las aportaciones de los partícipes.

Sin embargo, en el caso del seguro de coche, que es el que todos conocemos, sabemos de sobra que en el coste de ese seguro influyen otras variables, como los años de experiencia del conductor, su edad, sexo, y los siniestros que haya declarado en los años precedentes.

En el seguro de desempleo, sin embargo, no se tiene en cuenta nada de esto, dando lugar a que una serie de grupos cobren sistemáticamente lo que otros aportan.

La pregunta que yo os planteo, es: ¿sería más justo que el seguro de desempleo se acercara un poco más al sistema de los seguro de automóvil? Yo creo que sí.

Esto significaría que habría una parte del seguro fija y obligatoria, que pagaría todo el mundo, y una parte variable y voluntaria que pagaría el que quisiera y que sería más abultada cuanto mayor fuera la probabilidad de que el trabajador se quedase en paro y más reducida cuanto menor fuese esta probabilidad y más años seguidos hubiese trabajado.

De este modo se evitaría los fraudes típicos del que trabaja diez meses y cobra doce, y se aumentarían los sueldos de los que pagan siempre para no recibir nunca. Porque lo que está claro, para mío, es que ese dinero es del trabajador y él, y sólo él, debe decidir si lo gasta en un seguro de desempleo o en unas vacaciones en Ibiza.

¿Cómo lo veis?

 

Los impuestos no se pueden repartir a base de leyes

Dependiendo de la altura a la que vivas, el efecto no es el mismo...

Dependiendo de la altura a la que vivas, el efecto no es el mismo...

Para tratar este tema hay que saber ya algo más de economía, de lo que son las elasticidades de la oferta y la demanda y otras porquerías por el estilo, así que disculpadme si hoy estoy un poco más oscuro que de costumbre.

El precio de algo se fija mediante el cruce entre oferta y demanda. Cuanto más abundante sea algo, menor será su precio, y viceversa. Las leyes que se oponen a esto generan escasez, o estraperlo. El caso más conocido es el de la Ley Seca: se redujo drásticamente la oferta de alcohol, con lo que subió tremendamente su precio, dando lugar a un importante caudal de muertos, en el lado negativo, y a un montón de buenos libros y películas, en el positivo.

Lo que parece más difícil de comprender es que cualquier subvención o impuesto que se introduzca en el sistema es inmediatamente absorbido por el sistema mismo. En el mismo instante en que se da una ayuda al alquiler, suben los alquileres. En el mismo instante en que se aumentan las indemnizaciones por despido, bajan los salarios y las contrataciones.

En qué medida absorbe la oferta y en cual la demanda este efecto depende de la elasticidad, o dicho de otro modo, de lo necesario que sea el bien y de los sustitutos que tenga. Pero en general, estamos ante una redistribución que no siempre va a parar a quien se espera y que, la mayoría de las veces, sale de nuestros bolsillo de una manera o de otra.

Y si no lo creéis, pensadlo un instante: ¿Quién paga un aumento en los impuestos del gasóleo?, ¿el camionero? NO. Todo el mundo que consuma algo que deba ser transportado.

Pues como con eso, pasa con todo.

El impuesto recae en su mayor parte sobre quien tenga menor poder de negociación, y la subvención la absorbe quien tenga mayor poder de negociación. No hay otra.

Crédito hipotecario

Cuidado con las cosas que parecen ser las mismas que otras que conocemos.

Cuidado con las cosas que parecen ser las mismas que otras que conocemos.

Hoy el General Obvio va a lanzar un ataque, así que poneos a cubierto.

Me doy cuenta de que a fuerza de hablar de cosas un poco complicadas acabo por dejar en el tintero los fundamentos de lo que se supone que hacemos aquí, y al ir al buscado he comprobado que no hay aún ningún artículo dedicado a los créditos hipotecarios, una modalidad hipotecaria muy inetresante para las personas que hayan podido pensar en comprar una casa antigua y reformarla, algo cada vez más habitual pro todo tipo de razones.

Un crédito hipotecario es un contrato por el que una entidad financiera, ya sea Banco, Caja de Ahorros o cualquier chiringuito similar legalmente establecido, concede una cantidad de dinero como financiación de la compra, reforma o mejora de un bien inmueble, de modo que el que lo recibe puede ir disponiendo de ese dinero progresivamente y a medida que lo necesite, sin tener que pagar los intereses por todo el capital como sucedería en la hipoteca tradicional. En el caso del crédito hipotecario, la cantidad que deberá pagarse dividirá en dos concpetos: por saldo dispuesto, y por saldo no dispuesto.

El tipo de interés por el saldo dispuesto suele ser un poco superior al del hipotecario normal, llegando a Euribor más un punto o punto y pico. El interés por el saldo no dispuesto, que es el dinero que aún no hemos utilizado, puede ser cercano a cero y es importante negociar esta parte.

Al no ser fija la cantidad que se debe, no son fijas tampoco las cuotas. Lo que sí es como siempre, como de costumbre, es el procedimiento de embargo en caso de impago.

Este tipo de financiación es particularmente útil a la hora de reformar una vivienda, por ejemplo, puesto que los gastos se realizan en un periodo de tiempo que puede ser entre largo, o muy lago, dependiendo de los albañiles.

O eterno, incluso.

Pero no me tiréis de la lengua.

El mercado no es justo (o se pasa)

Ciudadano confiado...

Ciudadano confiado...

Como leo mucha poesía económica, me he decidido hoy a abordar un tema molesto, aprovechando que ha sido fiesta en muchos sitios y que voy a tener menos lectores:

Al mercado no le importan nuestras pamplinas moralistas. El mercado no se para a pensar si se esfuerza más el que cava zanjas de sol a sol o si tiene mayor valor económico el esfuerzo físico, el esfuerzo intelectual, el riesgo o la rentabilidad. Al mercado le importan un huevo nuestras disquisiciones sobre si debe ganar más un licenciado en Bellas Artes, un fontanero, el ingeniero de un embalse o un paracaidista.

El mercado no piensa: sólo sabe en qué puestos se necesita gente y qué trabajos está dispuesta a desempeñar la mano de obra disponible. Y cuando un puesto es muy solicitado y hay pocas vacantes, el precio baja. Y cuando un puesto tiene más vacantes que personas interesadas en cubrirlo, el precio sube.

El que no esté a gusto con su trabajo, que busque otro. El que no esté a gusto en el campo, que se vaya a la ciudad. El que no esté a gusto en la ciudad, que se vaya al campo. Y el que no esté a gusto como trabajador, que se haga empresario, o viceversa.

La libertad es lo que tiene: que nos hace responsables de nuestras decisiones y, peor aún, de las consecuencias que puedan tener estas decisiones.

Si viviésemos en un país donde, por cuota, nos indicasen a qué trabajo debemos dedicarnos, podríamos muy justamente quejarnos de que no se nos trata justamente. Pero como vivimos en un páis dónde todo, o casi todo, está en nuestro abanico de posibilidades, hacemos lo que queremos y nos amoldamos a lo que pase.

¿No te gusta la oficina? Súbete al andamio. ¿No te gusta el andamio? Estudia y busca una oficina.

Es posible escrutar la realidad en busca de un ejemplo ínfimo que contradiga esto , y se encuentran esos ejemplos, pero siempre lejanos y minoritarios. Pero lo común, lo cotidiano, lo frecuente, es que estemos donde estamos por nuestra propia decisión.

Lo que pasa es que nos olvidamos y nos gusta echar la culpa a otros. ¿O no?

 

Diferencias entre invertir y especular

A veces nos puede el cachondeo con las etiquetas...

A veces nos puede el cachondeo con las etiquetas...

Siguiendo con esta línea de artículos en los que trato de aclarar ideas, vamos hoy a hablar de dos conceptos que nos cuesta diferenciar, y cuya confusión tiene toda clase de efectos perniciosos, desde los económicos a los sociales, porque cuando a un inversor se le llama especulador se esta desincentivando a cualquiera a crear riqueza.

Ya hemos hablado muchas veces de que el hecho de que la empresa esté mal vista en España puede ser una de las raíces de nuestro paro crónico, pero hoy no abundaré en eso, ni me meteré en si hay muchos o pocos especuladores. Hoy vamos a la raíz de la idea:

Especular es comprar un bien con la idea de obtener un beneficio por el simple aumento de precio de ese bien derivado de su escasez, del aumento de la demanda o de otras condiciones del mercado. El especulador no tiene intención de producir nada con ese bien, sino simplemente de conservarlo durante un tiempo para volver a venderlo a un precio superior al que pagó para adquirirlo.

Inversor es el que compra un bien o sufraga su montaje, con la intención de obtener un beneficio de su explotación, o aporta un dinero a una sociedad para que esta lo explote y le pague un rendimiento.

La diferencia es clara: si el capital se integra en la producción, es inversión. Si lo único que hace el bien adquirido es dejar pasar el tiempo, es especulación.

Por tanto, el tío que compra una casa para vivir en ella, vive en ella, o la alquila, y la vende después de unos años no es un especulador. Es un inversor. Si tiene la casa vacía y espera unos años para venderla a un precio superior al que la compró, es un especulador.

Lo mismo sucede en la Bolsa. El que compra acciones para recibir un dividendo o un rendimiento de la empresa de la que se hace accionista, es inversor, y ayuda a la empresa a financiar sus proyectos. El que compra hoy para vender la semana que viene pensando que la acción subirá pro una u otra razón, es un especulador.

Y no juzgo ni a unos ni a otros, porque los especuladores también crean empleo y mueven el mercado, pero es importante distinguirlos. Y más importante aún sería que nuestro sistema impositivo los distinguiera. Me parece a mí, vaya.

 

Que pague el Estado

Que sí no podemos, que si la abuela fuma...

Que sí no podemos, que si la abuela fuma...

Una de las frases más recurrentes que escuchamos pro ahí, al hablar de cualquier cosa, es “que pague el Estado “esto, o aquello. O que tal o cual gasto debería correr por cuenta del Estado.

No sé qué concepto de Estado tendrá la gente, pero empiezo a pensar que muchos no entienden lo que es el Estado, o lo imaginan como un ente divino y paternalista, al que sólo le falta el símbolo del ojo metido en el triángulo para ser eterno y todopoderoso.

El Estado somos nosotros, entendidos como población trabajadora y contribuyente, y cuando decimos que algo, lo que sea, es del Estado, estamos diciendo que es nuestro. Del mismo modo, cuando pedimos que el Estado pague algo lo que estamos pidiendo en realidad es pagarlo nosotros.

Luego, en la práctica, sabemos que el Estado es más de unos que de otros (como la granja de Orwell, donde unos animales eran más iguales que otros), sabemos que siempre pagan los mismos para que los mismos pongan el cazo, y sabemos muchas otras cosas que se apartan de la teoría, pero si no tenemos claro el concepto inicial nos acaban vendiendo cualquier moto por el simple procedimiento de inducirnos a pedir aquello mismo que nos perjudica. Cuando pedimos que pague algo el Estado pensamos automáticamente que se le pedirá el dinero a otros, pero la verdad, la sangrante verdad es que nos lo van a pedir a nosotros, proque lo de hacer quepaguen los ricos para que los demá s recibamos es un truco cainita que se basa en excitar nuestra enviadia para hacernos pagar más. No a los ricos, proque ricos hay pcoos: a la mayoría.

Por tanto, hay que tener bien claro que cuando el Estado estimula la economía con inversiones, o reventando aceras para ponerlas de nuevo, lo que está haciendo en realidad es tomar nuestro dinero y ponerlo a trabajar en unos fines que se entienden mejores que los que nosotros o los empresarios tendríamos para ese dinero.

Cuando el Estado mueve la Economía en vez de ser la Economía la que mueve el Estado, nos encontramos con la paradoja del ciclista que dice que a él lo mueve la bicicleta, en vez de ser al contrario.

Y quizás, cuesta abajo, sea cierto.

En llano, o cuesta arriba, es una chorrada.

 

Desgravación por reformas en vivienda habitual. IRPF 2010

Hacienda siempre con sus dos caras...

Hacienda siempre con sus dos caras...

Si no se echan atrás, que visto lo visto no se puede asegurar nada, parece ser que el Gobierno aprobará para el año que viene una nueva desgravación por obras en la vivienda habitual, lo que es una manera fina de sustituir al plan E, pero metiendo el gasto a los particulares en vez de levantar aceras a lo bobo. Ya que la gran obra del sector de la construcción parece congelada, y es posible que siga así mucho tiempo, se trata de reactivar este grupo productivo, tan intensivo en investigación y desarrollo, como todos sabemos.

La idea, para no enrollarme, es la siguiente:

Se permitirá desgravar hasta un 10% de los invertido en las obras, hasta un tope máximo de 3.000 euros al año. El total de lo desgravado por las obras, sumando los distintos ejercicios, no podrá ser superior a 10.000 euros, o lo que es lo mismo, todo lo que pase en la reforma de 100.000 euros, no se puede desgravar. Y no deja de ser normal: si metes más de 100.000 euros en un areforma, la cosa se acerca más a una obra nueva que a una verdadera reforma.

Además, no se puede desgravar cualquier obra, sino que tendrán que ver necesariamente con la eficiencia energética, el uso del agua o la adaptación para personas con problemas de movilidad. Este es un aviso necesaroio para lso que creen que puede ser buena idea meter un jacuzzi y que le paguemos a escote el diez por ciento. Se puede hacer, como todos sabemos, pero no a la cara y con todo el morro.

Y por supuesto, porque siempre hay alguno que se pasa de listo, es forzo decir que  sólo se pueden desgravar las obras de las que se conserve la factura correspondiente.

Por mi parte, un consejo práctico, que para eso estoy aquí: si necesitáis hacer la obra, tratad de desgravarla (si os conviene), pero pensar que puede interesar hacer la obra por las desgravaciones una locura, porque será tal el cúmulo de papeles que soliciten que va a ser mejor el viejo método de toda la vida y no desgravar. Basta con que penséis en los permisos municipales y los proyectos de arquitecto que se requerirán para que echéis vosotros mismos las cuentas.

Y no me pidáis que explique más, que se me entiende de sobra.

De dónde salen los servicios públicos

Sujeto pasivo del impuesto del tábaco pasándose a la economía sumergida.

Sujeto pasivo del impuesto del tábaco pasándose a la economía sumergida.

No sé vosotros, pero yo tengo a menudo la impresión de que los servicios públicos, y los presupuestos públicos, padecen del gen borroso: como son demasiado grandes y complejos, parecen venir del aire y se desdibujan en partidas en las que todo el mundo quiere influir sin darse cuenta de que lo que se pone en un lado se saca de otro.

Veo muy bien, y lo digo de veras, la ley de dependencia y que se ayude a las personas que se hacen cargo de los que no pueden valerse por sí mismos. Veo muy bien que haya guarderías públicas, enseñanza pública, sanidad universal y gratuita, y todo un montón más de servicios que, unidos, forman el Estado del Bienestar.

Lo que no podemos pretender es ampliar indefinidamente esos servicios sin ampliar al mismo tiempo la riqueza que los paga.

Lo primero que se debería pensar a la hora de exigir o prestar un servicio público es cuánto va a costar, cuánto va a ahorrar por otro lado, y quién lo va a pagar o de dónde se va a quitar el dinero para poder pagarlo. Sin embargo, esto parece un imposible metafísico, y las distintas administraciones se endeudan hasta el infinito y más allá precisamente porque prestan servicios que no pueden permitirse, o que no producen los ahorros o ingresos que se esperaban.

Un caso de buena praxis, por ejemplo, es aumentar los impuestos al tabaco, ya que lo que se deja de recaudar por impuestos cuando la gente deja de fumar, se ahorra en sanidad. Casos de mala praxis hay demasiado para meterme a detallarlos, pero no me resisto a citar la Universidad: si lo que se invierte en educación no se convierte luego en productividad, investigación, desarrollo o mayor cualificación real de los trabajadores en el mundo de la economía real, estamos tirando el dinero por la alcantarilla.

Los servicios no se prestan porque sí: tiene que tener una contrapartida, y si no la tienen, de algún tipo, desconfiad.

Incluso la sanidad de los viejos la tiene: si sabes que te van a cuidar lo mejor posible cuando no tengas noventa años, tendrás un mayor apego al país y te esforzarás más por él que si sabes que te van a tirar por un barranco como en Esparta.

En cuanto a su coste, no se puede pretender que los servicios los paguen siempre unos para que los disfruten el resto. La solidaridad tiene un límite, y una vez traspasado, entramos en un fenómeno peligroso: en el convencimiento de que los demás te explotan.

Por tanto, o se aumenta la riqueza, o se disminuyen los servicios. Parece evidente, pero muchos se resisten a entenderlo.

 

No es lo mismo trabajo que riqueza.

 

Esto es crear trabajo.               Viñeta: J.G.Villanueva

Esto es crear trabajo. Viñeta: J.G.Villanueva

Perdonadme que venga aquí con la osadía de tratar de enseñar nada. No se trata de dar conferencias sino de hablar juntos unos cuantos temas que creo que son de la máxima importancia, a juzgar por las cosas que leo en los comentarios, escucho en lo bares y me encuentro cada vez más repetidas.

Creo que hay una listas de asuntos que conviene dejar claros, aunque sólo sea para que no nos la sigan metiendo doblada aprovechándose de nuestra ignorancia, de lo difusos que tenemos los conceptos y, en resumen, de que no nos enteramos de cómo funcionan las cosas de las que dependemos.

La primera cuestión es la diferencia entre trabajo y riqueza. A todos se nos llena la boca diciendo que hay que crear trabajo, y eso es una solemne majadería. No se trata de eso, sino de crear riqueza. Y es imprescindible que se nos meta de una vez entre ceja y ceja que no hay nada más fácil que crear trabajo. ¿Os lo demuestro? Prohibiendo los tractores y obligando a que toda la producción agrícola tenga que hacerse a mano. Se crea una cantidad de trabajo de la leche. Y prohibiendo los camiones para hacer el transporte de mercancías en burro, ni os cuento. Y suprimiendo los telares industriales para tener que producir todo el textil a mano, ya se baten plusmarcas. ¿Queda claro? Pues vale.

Por tanto, no hay que crear trabajo, sino riqueza. La riqueza se crea cuando somos capaces de producir todo lo que necesitamos en menos tiempo y de modo más barato, de manera que nos sobren horas y recursos para otras actividades, ya sean industriales, comerciales o simplemente de ocio.

¿Os lo resumo más? Ser tonto da mucho trabajo, pero ninguna riqueza.

Y quizás vayan por ahí los tiros de nuestra falta de competitividad: empresarios que no saben llevar sus empresas y trabajadores que no saben desempeñar sus puestos. Los primeros quiebran, los segundos revientan, y no se produce ninguna riqueza.

Sólo ruina y mala leche.

¿Es buena idea una huelga general?

Piquete informativo

Piquete informativo

Sé de sobra que cada ideología y cada religión tienen sus rituales y que la huelga es una especie de misa sindical que conserva la fe de sus adeptos, pero a veces me pregunto si seguimos siendo racionales, o habremos regresado vuelto a los tiempos de la magia, cuando se creía que bastaba con pronunciar un conjuro para que todo se arreglase. Nuestros Harry Potters particulares parecen pensar que diciendo “Huelga General” desaparecerán los problemas de competitividad, surgirá el empleo desde las entrañas de la Tierra y se matarán en el extranjero por importar nuestros productos, misteriosamente tocados por un halo de calidad, buen precio o cualquier otra circunstancia atractiva, tan irresistible como repentina.

Sin embargo, yo prefiero ser el aguafiestas que se pregunta: ¿qué es lo que se va a conseguir con una huelga general?, ¿qué se espera ganar con esa huelga? ¿Alguien piensa realmente que con una huelga general se va a conseguir que las deudas queden pagadas y que los desempleados tengan trabajo? ¿Se puede permitir el Gobierno, presionado por todas partes, ceder ante una huelga general? Y peor aún: si cede, ¿en beneficio y en perjuicio de quién cederá?

Una huelga general puede servir, en realidad, para que los patronos, públicos y privados se ahorren un verdadero dineral a cambio de nada. Si por cada día de huelga se le descuenta al trabajador de su nómina ese día, la parte proporcional de vacaciones, de pagas extras, y de cotizaciones sociales, serán los propios trabajadores los que paguen de su bolsillo las migajas simbólicas que se puedan conseguir, si es que llega a haberlas.

Y eso contando con que funcione y no sea un fiasco, lo que resultaría desastroso para los sindicatos, pues confirmaría lo que muchos ya pensamos: que representan a los trabajadores porque ellos lo dicen y los demás lo creemos. No porque sea así realmente.

O sea que allá cada cual con los riesgos que se toma. Yo la dejaría para mejor ocasión, francamente: ni podemos permitirnos su coste económico ni los sindicatos van a poder permitirse su coste político.