Yo es que ya no sé en que mundo vivimos: se supone que los bancos son entidades que recogen el dinero de los ahorradores y se lo prestan a aquellos que pretenden hacer una inversión, pero ahora resulta que el grifo se ha cerrado y los bancos no prestan. Vale. Y si no prestan, ¿a qué se dedican?
La respuesta, creo, es que se dedican a cobrarnos comisiones por servicios que han convertido en casi imprescindibles a fuerza de burocracia y a otra cosa: a prestar, pero no a nosotros.
Los diferenciales de las hipotecas no han hecho más que crecer en los últimos meses. Antes era posible encontrar fácilmente una hipoteca con un tipo de interés, del Euribor más medio punto. Luego ese medio punto subió a seis décimas, siete, ocho, y ayer mismo, en una operación que conozco por razones familiares, le pidieron a una persona Euribor más dos puntos.
Me diréis lo mismo que yo le dije a esa persona: que se puede encontrar más barato. Y es verdad. Pero en los sitios en los que te lo dan un poco más barato te lo encarecen con comisiones diversas, obligaciones de seguros y tres abanicos de hojas de palmera para abanicar al sursum corda. Si no lo pagas por un lado lo pagas por otro: el encarecimiento de las hipotecas que se conceden está siendo descomunal y no tiene visos de detenerse.
La razón, quizás, está en que ya no interesamos al banco como clientes. Y no exagero. Pensadlo: ¿por qué nos va a prestar a nosotros el banco a un tipo del 2 % si puede prestarle al Estado al 3 o al 4% y con la garantía absoluta de que se lo devolverán?
¿Por qué nos van a dar a nosotros una hipoteca cuando ese dinero se puede meter en Bonos del Estado, en Bonos, Obligaciones y Letras del Tesoro que pagan mayor interés y tienen menos riesgo?
Para mí, está claro. No nos prestan porque mientras haya entidades públicas dispuestas a seguir endeudándose, somos clientes de segunda que creamos riesgos, pagamos mal, podemos aumentar su parque de pisos invendibles y además dejamos menos a ganar.
El ciudadano de a pie, para conseguir un duro, ya no está compitiendo sólo con otro ciudadano un poco más solvente que él, sino con el propio Estado que es, a través de su deuda, el que marca el interés que nos acabarán cobrando.
Por eso se cierran los grifos. Por eso estamos tan secos