Archivo del Autor: Ladríllez

Acerca de Ladríllez

Javier Pérez Fernández (Zamora, 1970) Director durante 10 años de la revista universitaria dela Universidad de León, ha participado en casi todos los foros asociativos y juveniles de la ciudad. Escribe desde los 14 años en periódicos y revistas, especialmente Bedunia, como satírico, y en el diarioLA CRÓNICA-EL MUNDO, donde realizó un suplemento dominical sobre historia militar leonesa. Profesionalmente, se especializó en marketing y economía agraria. Trabaja como comercial de publicidad para medios de comunicación y dirige una casa de turismo rural en la montaña leonesa. En cuanto a trayectoria literaria, empezó por el verso satírico, estudió métrica y composición clásica y es autor de más de mil poemas, aunque jamás se consideró poeta. Más constante ha sido su dedicación al columnismo de prensa, medio en el que ha publicado más de ochocientos artículos en los últimos veinte años. Como autor de relatos cortos, ha tratado de conciliar la temática escabrosa con el estilo irónico, lo que le ha valido más reconocimientos que amistades. En total tiene escritos más de doscientos relatos y ha recibido casi una veintena de premios en este campo. Pero el género donde considera que mejor se desenvuelve es el de la novela. Escribió su primera obra de más de doscientas páginas a los dieciocho años, aunque afirma que sólo permitiría su difusión bajo amenaza a punta de pistola. Desde entonces, ha escrito una enorme epopeya espacial de más de dos mil folios, y cinco novelas, una de las cuales,la Crin de Damocles, le valió el premio Azorín 2006. La espina de la amapola, Ed. Planeta 2008. El Gris. Ediciones B. 2010 -La crin de Damocles, Ed. Planeta 2006. Premio Azorín de novela. -Viento Divino. Caja Murcia. Instituto Castillo Puche. -Antología poética Antonia Pérez Alegre. Fundación Espejo 2005. -Apagar el sol. Ayuntamiento de Toledo. Premio narrativa femenina 2005 -Historias para catar. Tropo Editores 2007 -Diversas antologías y colecciones de cuentos.

La hipoteca y el Apocalipsis

-Creo que nos están atacando los nuestros.

-Creo que nos están atacando los nuestros. -Es igual. Tú dispara y no preguntes.

Amigos, es la guerra.

Primero se preocupaban los que querían una hipoteca y no se la daban, ya fuese porque su trabajo no era lo bastante estable, ellos no le parecían al banco lo bastante jóvenes, o el piso no le parecía a la entidad financiera lo bastante soleado para revenderlo en caso de insolvencia.

Luego comenzaron a preocuparse los que sí habían conseguido una hipoteca, y acababan de descubrir que el papel que habían firmado los iba a endeudar por treinta años, y que aquello de que los pisos no bajan nunca era mentira. Porque lo cierto es que lo que no salió fue la cuenta de muchos: si puedo, lo pago, y si no lo puedo pagar, lo vendo y siempre me sacaré un pellizco, así que hay que hipotecarse porque pagar alquiler es tirar el dinero. ¿No lo escuchásteis nunca? Yo sí. Y ahora, los que ganaron, callan como meretrices, y los que perdieron vienen con la dación en pago, la deuda odiosa y todas las demás formas de reconocer que no sabían leer, o que al menos no supieron leer ni entender lo que firmaron

Como tercer jinete de este Apocalipsis particular hay que citar a los bancos. Se comportan como casinos, se juegan el dinero a cara 0 cruz, y cuando ganan retribuyen a sus directivos con magníficas comisiones, agradeciéndoles su audacia y su puntería a la hora de invertir. Y cuando pierden, ¡coño, pues también! Al final, las cajas de ahorros, que son los peores engendros desde tiempos de la burra con alas de mariposa, repartieron entre los políticos los beneficios y reparten las pérdidas entre los ciudadanos. ¿Y por qué no quiebran? Porque lo cierto es que no tienen accionistas, así que no jorobamos…

Y ahora resulta que el dinero tampoco está seguro en el banco. Lo de Chipre nos ha enseñado que puestos a echar mano de lo ajeno, las autoridades europeas no se paran en pequeños tecnicismos. Por ejemplo, tienen razón en que el Fondo de Garantía de Depósitos sólo asegura los cien mil primeros euros, pero se olvidan de que le resto se puede perder en caso de quiebra de la entidad. Por ejemplo, que el sistema financiero se basa más en la confianza que en los balances, y que la gente sólo sabe una cosa: que hay personas que  han pedido sus ahorros después de llevarlos al banco. ¿Cómo se restaurará ese roto? ¿Qué vieja Celestina remendará esa honra?

Por eso digo que es la guerra, una guerra en la que nos queda ante todo una pregunta: ¿Quién está en una posición más segura? ¿El que tiene unos ahorros o el que tiene una hipoteca?

La respuesta un día de estos, cuando se hunda otro pilar que parecía seguro…

Clausulas que anulan tu hipoteca

La banca hace cosas raras...

La banca hace cosas raras...

Hoy vamos a entrar en materia, o sea al grano, en vez de opinar sobre generalidades como, reconozco, hago algunas veces. Por norma general, me gusta hablar de los conceptos y de lo que significan realmente algunas de las cosas que leemos y escuchamos, pero hoy creo que es más interesante desglosar las cláusulas que la Unión Europea ha considerado abusivas y que podrían ser reclamables en España.

Vamos allá:

1) excluir o limitar la responsabilidad en caso de daños. Por ejemplo, un banco se equivoca, esto causa daños, y el banco, pro contrato, dice que no es responsable. NULA.

2)Excluir o limitar de forma inadecuada los derechos legales del consumidor con respecto al banco, de manera que no se permitan las compensaciones de saldos u otras prácticas de pago, ya que se exige que el banco autorice expresamente esas otras opciones.

3) Que los compromisos del consumidor sean en firme mientras los del banco sean opciones, tipo “podrá hacer esto o podrá hacer lo otro”. Abusiva y nula.

4) Que las indemnizaciones en caso de renuncia no sean equivalente. En caso de desistimiento el banco se queda con las comisiones. ¿Y si es el banco el que dice que no, por qué no paga? NULA.

5) Indemnizaciones desproporcionadas. NULAS.

6) Desigualdad en quién puede y en qué casos se puede rescindir el contrato pro una de las partes y desigualdad en las cantidades a indemnizar. Nula.

7) Autorizar al banco profesional a poner fin a un contrato de duración indefinida, sin notificación previa con antelación razonable, salvo por motivos graves. NULA

8 ) Prorrogar automáticamente un contrato de duración determinada si el consumidor no se manifiesta en contra. Fin de las prórrogas tácitas.

9) Incluir en la escritura final cláusulas que no aparecen en los borradores ni las propuestas con suficiente antelación.

10) Permitir que el banco cambie unilateralmente cláusulas de lo firmado.

11) conceder al Banco el derecho de interpretar las cláuslas dudosas.

12) Supeditar el cumplimiento de compromisos a el cumplimiento de una serie de condiciones.

13) Obligar al consumidor a cumplir con todas sus obligaciones aun cuando el banco no hubiera cumplido con las suyas.

14) Prever la posibilidad de cesión del contrato, con lo que pueden menguar la solvencia o la garantía del banco.

Y ojo a la 15, que os va a gustar:

15) Suprimir u obstaculizar el ejercicio de acciones judiciales o de recursos por parte del consumidor, en particular obligándole a dirigirse exclusivamente a una jurisdicción de arbitraje no cubierta por las disposiciones jurídicas, limitándole indebidamente los medios de prueba a su disposición o imponiéndole una carga de la prueba que no debería corresponderle.

¿Caducará alguna vez el ladrillo?

quintopino

Localización GPS de muchos inmuebles invendibles

La corriente de noticias en torno al estancamiento del ladrillo sigue fluyendo con toda tranquilidad, como si en lugar de ser un torrente novedoso se hubiera convertido en un río, con plaza reservada en los mapas económicos de nuestro país.

Ahora ya no se trata de preguntarse cuándo se reactivarán las hipotecas, y con ellas la construcción, sino de ver qué demonios hacemos con todos los pisos, apartamentos y urbanizaciones que se han construido en estos años y que prosiguen en su marcha, al paso de la oca y con banda de música, camino del deterioro.

Para ello, creo que hay que ver dos asuntos diferentes: el demográfico y el energético.

En cuanto al demográfico, está claro que las viviendas se construyeron para que las ocupase alguien, en el momento de su construcción o más adelante. Sin embargo, resulta que la población no sólo no crece, sino que decrece, tanto por la baja tasa de crecimiento vegetativo como por los fenómenos migratorios: inmigrantes que se marchan y nacionales que emigran. En muchas ciudades medianas se está empezando ya a ver el fenómeno de las viviendas en venta sin haber sido utilizadas, y todo porque el abuelo, que vivía en el pueblo, compró una casa para pasar los inviernos en la capital. Cuando falleció el abuelo, los hijos pusieron a la venta el piso, porque viven en otro sitio, normalmente en una ciudad más grande, y no saben qué hacer con ese activo.

Estamos, por tanto, ante una segunda fase de las consecuencias del despoblamiento rural, que afecta ahora a las pequeñas ciudades cabeceras de comarca y de provincia. Por ahí, como vemos, van a venir pocas soluciones.

En cuanto al tema energético, la cosa no pinta mucho mejor: el progresivo encarecimiento de los carburantes, un fenómeno que no parece que vaya a detenerse ni a cambiar de rumbo, hace que las viviendas alejadas de los centros de trabajo sean cada vez menos atractivas. ¿Y dónde están muchos, la mayoría, de los pisos invendibles que lastran con hipotecas tóxicas los balances de los bancos? En la quinta puñeta.

El intento de trasladar a España el modelo americano de grandes suburbios no sólo ha fracasado en lo económico, sino que será una rémora que costará años disolver. Una casa lejos de las compras, lejos de los colegios y lejos del trabajo supone un coste de desplazamiento cada vez más inasumible. Por eso, en mi opinión, hay muchos pisos que no se venderán nunca.

¿La solución? No sé: poco a poco se irá viendo alguna, o la falta de ella. Peor esto es lo que creo que hay.

La dación en pago y su historia

Lo que no se lee nadie...

Lo que no se lee nadie...

No suelo empezar con rollos legales, pero hoy se impone una cita al artículo 140 de nuestra Ley Hipotecaria:

No obstante lo dispuesto en el artículo 105, podrá válidamente pactarse en la escritura de constitución de la hipoteca voluntaria que la obligación garantizada se haga solamente efectiva sobre los bienes hipotecados.

En este caso, la responsabilidad del deudor y la acción del acreedor, por virtud del préstamo hipotecario, quedarán limitadas al importe de los bienes hipotecados, y no alcanzarán a los demás bienes del patrimonio del deudor.

Cuando la hipoteca así constituida afectase a dos o más fincas y el valor de alguna de ellas no cubriese la parte de crédito de que responda, podrá el acreedor repetir por la diferencia exclusivamente contra las demás fincas hipotecadas, en la forma y con las limitaciones establecidas en el artículo 121.

O sea, que la dación en pago existe desde el tiempo de Maricastaña, pero ninguna de las dos partes, ni el banco ni el cliente, estaba interesada en incluirla entre las cláusulas de las nuevas hipotecas que se iban firmando, sobre todo en los años de las vacas obesas y los toros rezogantes.

Por parte de los bancos, la razón es bien clara: incluir la dación en pago suponía reducir las garantías de que el dinero se recuperase. Si el banco puede elegir entre quedarse con tu casa o quedarse con todos tus bienes en caso de impago, va a elegir, naturalmente, quedarse con todo lo que pueda. De hecho, como todos sabemos, a menudo se pedían también avales de terceras personas que respondiesen pro la deuda, o sea que como para conformarse con el simple valor del bien.

Por parte de los clientes, no exigían la dación en pago porque eso suponía subir tres o cuatro punto el interés de la operación, y en muchos casos, demasiados, significaba que no se firmaría la hipoteca, porque para que te concedan la cláusula de dación en pago tienes que poder poner por delante, de media, entre un veinticinco y un cuarenta por ciento del valor del piso. ¿Y estaba la gente dispuesta a eso? Por supuesto que no. Ni estaba dispuesta a pagar cuatro punto más de tipo de interés durante treinta años (lo que es normal) ni tampoco a esperar a comprarse el piso al momento en que tuviese una importante cantidad ahorrada, porque eso de ahorrar durante años para comprar algo es de viejos y de casposos (oído tal cual y con esas mismas palabras)

Por tanto, así vinieron las cosas: los bancos no querían saber nada del artículo 140 y los clientes tampoco. La gente quería a menudo un 110% del valor del piso, y el tasador estaba encantado, el notario estaba encantado y el director de la sucursal estaba encantado. ¿Quién iba a ser tan aguafiestas como para mencionar ese puñetero artículo 140?

Ahora sí. Ahora la mencionamos…

Hipoteca y tipo de cambio

Numancia.

Numancia.

A medida que pasa el tiempo nos va a quedando a todos más claro que la deuda acumulada por los países desarrollados es impagable, o al menos lo es en las condiciones actuales.

Aunque me llaméis pesado, tengo que volver a explicar lo que es en realidad la deuda, porque creo que es el concepto que más cuesta entender y el que nos trae a todos por la calle de la amargura.

La deuda consiste fundamentalmente en gastarse hoy el dinero del futuro, de manera que ambas partes, el que presta y el que recibe el dinero, dan por seguro que en el futuro se generará rentas y riqueza suficiente para pagar ese importe. Por razones diversas, ese incremento general de la riqueza no se ha producido, con lo que ahora, que ya estamos en lo que en en 2005 se entendía pro futuro, no hay dinero para pagar la deuda y aú menos los intereses, ya que los intereses son dinero que tiene que salir de otro lado, o sea, el reflejo numérico del incremento de riqueza.

Usualmente, en estos casos se declaraba la bancarrota o se devaluaba la moneda. Lo primero está muy bien si eres autosuficiente, pero nuestra sociedad se ha hecho lo bastante compleja como para que una bancarrota te deje sin petróleo, sin piezas de recambio para tu maquinaria y con una mano delante y otra detrás. Por eso, aunque lo que más le apetece a todo el mundo es dejar de pagar, las bancarrotas son tan raras y se tratan de evitar con tanto esfuerzo.

La otra solución es la devaluación, pero la devaluación significa, ni más ni menos, tener más billetes para representar la misma riqueza, o lo que es lo mismo, extender la misma mantequilla en más pan. Por supuesto, los que deben dinero estarían encantados con una devaluación, pues eso supone pagar su deuda con menos riqueza, dándole al acreedor billetes del Monopoly en vez de dinero real. Y por esa misma razón, los acreedores y los que tienen ahorros se oponen a cualquier devaluación.

La única salida en estos momentos para que se paguen las hipotecas es una devaluación, pero España no puede ejecutarla de manera unilateral y Alemania, que es fundamentalmente acreedora, prefiere que le paguemos con dinero de verdad mejor que con fotocopias de billetes, así que tenemos un problema.

Sin embargo, la medida que pase el tiempo y quede claro que las dos opciones que quedan son solamente cobrar menos o no cobrar nada, es muy posible que tanto el dólar como el euro se dirijan a una devaluación controlada. ¿Y a qué esperan? A que pase el tiempo, porque cada mes que pasa son muchos millones de cuotas que se ingresan con dinero de hoy, ese dinero que vale más de lo que valdrá el de mañana.

Al final, quien deba dinero es posible que salga ganando, pero siempre que haya pagado puntualmente hasta esa fecha. Por el camino caerán muchos y a esos no les servirá de nada que el euro se devalúe al final del camino.

Es cuestión de medir y resistir. Sobre todo, resistir.

Hipoteca y urbanismo

Viejas estructura urbana: cerca del agua, y con el campo cultivado alrededor.

Viejas estructura urbana: cerca del agua, y con el campo cultivado alrededor.

Hoy me voy aponer un poco espeso, así que estáis avisados si pretendíais leer un artículo ligerito, de esos que hacen gracia y vienen a decirnos lo que ya pensábamos, o justo lo contrario de lo que pensábamos. Hoy me quiero meter en el berenjenal del urbanismo.

Desde hace sesenta años, más o menos, España pierde población rural y gana población urbana, pero el precio de los pisos y una serie de causas sociológicas han hecho que la vivienda se haya encarecido mucho en las zonas céntricas y se haya deteriorado más aún en los cascos históricos de las ciudades, mayoritariamente habitados, en muchos casos, por personas de renta muy baja y encaje social a veces complicado.

Así las cosas, el boom de la construcción y las hipotecas hizo crecer enormemente los extrarradios de las ciudades, alejando cada vez más a la gente del centro de las ciudades, pero también del verdadero campo, que sigue desangrándose demográficamente, parece que sin remedio.

Y resulta que ahora, cuando muchos de nosotros tenemos una hipoteca a veinticinco o treinta años, el precio de la energía se dispara de manera sostenida y el petróleo, que estaba hace cinco años a unos 30$ por barril, se cotiza de manera sostenida y durante años por encima de los 100$. En estos momentos, el crudo Brent de referencia en Europa anda por los 117$, para ser más exactos.

Sin entrar a valorar la incidencia de este hecho en la crisis (enorme), parece evidente que las viviendas que hemos comprado van a ser cada vez más problemáticas ya que son dependientes de los medios de transporte que nos acerquen al trabajo, o a los centros de ocio, consumo y entretenimiento. Y como no hay manera de encoger una ciudad (no os perdáis este enlace sobre Detroit) es muy probable que la devaluación de la vivienda en los extrarradios y ciudades dormitorios prosiga su avance, golpeando aún más la capacidad económica de las familias y los balances de los bancos.

De momento, la gasolina se puede pagar aún, aunque cada vez menos, pero a medida que su precio siga subiendo, o simplemente se mantenga, se verá más a las claras que la vivienda debe estar o cerca del trabajo o cerca de los suministros, pero nunca, en ningún caso, lejos de ambas variables.

¿Y cuántos viven o vivimos en medio de ningún lado?

Pues ahí tenéis el problema futuro, del que aún no se habla lo suficiente.

Citadme cuando empezáis a oírlo a menudo…

🙂

La hipoteca infantil

Sociedad infantil

Sociedad infantil

No, amigos, cuando te estrellas en la vida no puedes arreglarlo todo echando otra moneda o dándole al botón de reinicio después de ver en la pantalla el temido Game Over.

Sin embargo, tanto en este blog como en las noticias en general, leo con creciente alarma montañas de opiniones que parecen ir en este sentido. Por una parte, se ha recopilado millón y pico de firmas en una iniciativa popular para pedir la dación en pago, y nada menos que con carácter retroactivo, y por otra, en la encuesta de este mismo blog, hay un 68% de gente que cree que la tragedia de los desahucios es más culpa de la ley hipotecaria que de la mala cabeza de quienes firmaron las hipotecas.

En cuanto a la dación, todo el mundo se indigna porque el millón largo de firmas vaya a ser rechazado sin más trámite, pero nadie se pregunta quién se quedaría con esas viviendas, ni quién las pagaría, siendo que los bancos no tienen casi dinero propio, sino que manejan los ahorros de la gente. La idea final, supongo, es librar a los que no se leyeron la hipoteca para hacer comerse el marrón a los que metieron el dinero en el banco equivocado.

Así las cosas, no me queda otra alternativa que preguntarme si no será necesario que los bancos creen, y de manera inmediata, una hipoteca infantil. Se trataría de una hipoteca que puedes pagar cuando te apetezca, dejarla cuando quieras, cagarte en ella y que otro te la cambie y te la limpie cuando esté sucia, además de refrescarte el trasero con abundantes polvos de talco.

Entiendo perfectamente cualquier aspiración que lleve a cambiar la ley hipotecaria, injusta y perniciosa, pero de ahí a solicitar que, a toro pasado, seamos los demás los que paguemos los negocios que salieron mal hay un abismo. Hay que evitar que la deuda se acumule. Hay que evitar que los intereses de demora sigan computando después de que se inicia la ejecución hipotecaria. Hay que buscar una salida, sobre todo en el tiempo, para los que en un momento dado calcularon mal los riesgos, de manera que no queden excluidos a perpetuidad. Hay que hacer todo eso y más, pero sobre la base irrenunciable de que cada cual tiene que responsabilizarse de lo suyo, y asumir las pérdidas en caso de fracaso igual que se embolsa los beneficios en caso de éxito.

Nadie debería rescatar a los bancos y nadie debería rescatar a los ciudadanos, y puestos a hacerlo por interés común, hay que dejar claro de una buena vez, tanto a los ciudadanos como a los bancos, que el rescate se paga a precio de correa y bozal.
En cuanto a la encuesta, no me esperaba otra cosa. Parece un mal generalizado: buscar a los culpables fuera del propio grupo para permanecer nosotros inmaculados, inocentes y llorosos. Todo el que conoce un poco la historia sabe que las sociedades  fracasadas funcionan así. Lo peor del asunto es que semejante impulso social lleva a preguntarse quién querrá ser empresario o invertir en un país donde el que firma una cosa no tiene culpa de nada porque ni siquiera se considera adulto a sí mismo ni entiende que deba saber lo que firma, ni asume que tenga que responsabilizarse de sus propias decisiones.

Todo es culpa del Estado, de los banqueros, de los políticos o de los habanos que se fuma la abuela en su vieja mecedora de mimbre. Es culpa de ellos y ellos son los que lo tienen que arregla, ¿verdad?

Lo malo es que cuando te comportas como un niño te acaban metiendo en el corralito.

La palabra que se emplea nunca es inocente.

Cuando la hipoteca era bonita. Sociedad y corrupción

Máximos estudios de demasiada gente...

Máximos estudios de demasiada gente...

Nunca he ganado muchos amigos diciéndolo, pero creo que la corrupción de los políticos es reflejo siempre de la sociedad de la que proceden. En estos días, que nos vemos sacudidos pro graves casos de contabilidad irregular en los partidos políticos, deberíamos reflexionar sobre esa idea que tanto nos gusta de que los políticos se bajan de los ovnis, como marcianos, y empiezan a gobernarnos porque así  lo ordena el emperador de otra galaxia.

¿Y saben una cosa? No es así. Nuestros dirigentes son gente que antes de presentarse a las elecciones andaban pro la calle, tomaban café con nosotros y trabajaban a nuestro lado. Su conducta no es fruto de una mutación genética, sino que está ampliamente enraizada en unos modos y costumbres sociales que no sólo toleramos, sino que con frecuencia fomentamos con nuestro forofismo, nuestro silencio o nuestra estupidez.

Un caso típico de lo que cuento son las ruedas de prensa y las campañas electorales. En países como Alemania y Austria, a un político hay dos cosas que ni siquiera se le pasan por la imaginación: dar una rueda de prensa sin preguntas y contestar con vaguedades a una pregunta que no le conviene. ¿Y por qué? Porque le porcentaje de gente que lo va a poner a parir por hacer una cosa así es tan alto que el coste de hacer semejante cosa es muy superior al coste de aguantar el chaparrón y contestar a lo que no quieres contestar. ¿Y por qué en España es posible semejante lacra? Porque la gente no se entera, no tiene interés en enterarse y nunca se va a levantar del sillón para comprobar qué hay de verdad en eso que el político dijo o que no llegó a decir nunca. En resumen: donde falta sociedad civil, los dirigentes pueden hacer cualquier cosa, y sin miedo. Donde no hay criterio, cualquier respuesta es buena.

Un buen ejemplo de esta falla en la sociedad civil es lo que sucedió con las hipotecas, la vivienda y la burbuja inmobiliaria: mientras el tema de la construcción daba trabajo, buenos sueldos, hipotecas para todos y posibilidad de tener una vivienda en propiedad (que es el sueño dorado de muchos españoles), todo estaba bien. Nos daba igual que los alcaldes recalificaran terrenos, que se llevaran comisiones, que las cajas de ahorros prestaran cantidades obscenas a promotores insolventes y que los pisos subieran. El caso era que no se parase la bola. El caso era que se siguieran pagando dos mil euros a un alicatador y tres mil a un fontanero. El caso era que los maridos y los hijos siguieron ganando buenos jornales y la huerta del abuelo se pudiese vender por treinta veces lo que valía.

¿Nos preocupaba entonces la corrupción? En absoluto. En aquella época la corrupción estaba como dios, y a todos los que hablaban de frenar la locura se les llamaba aguafiestas. ¿Quién hubiese votado entonces a un político que hubiera dicho que había que frenar la construcción y la promoción de viviendas? Casi nadie.

Luego se acabó la fiesta. El que dejó los estudios para ganar un sueldazo como albañil lleva dos años en el paro y el último que compró un piso llora porque lo desahucia, mientras el último que lo vendió lo sigue celebrando en silencio, sin que nadie lo sepa.

¿Y qué pasa? Que entonces es culpa de los políticos, que nos roban (como antes), que no saben lo que hacen (como antes) y que son unos irresponsables (como antes). Lo único que ha cambiado es que ahora los demás no sacamos tajada.

Esa es toda nuestra honradez: La del que pide su parte. Si quieren robar, que roben, pero que me den mi parte.

Y así vamos.

La cuerda que no da más de sí. Hipoteca y cuentas familiares.

Del otro lado tira un petrolero, me temo...

Del otro lado tira un petrolero, me temo...

Cuando hablamos en términos de peso y de lo que cada uno soporta encima lo entendemos todos enseguida.  A medida que la crisis se prolonga, su peso se hace mayor sobre nosotros y esto, de pro sí, supone un agravamiento, sin necesidad de que las cosas vayan peor. Por eso me maravillo de que algunos celebren que las cosas no van a empeorar, puesto que el solo hecho de que se queden como están es ya un empeoramiento considerable.

Un  análisis superficial de los números oficiales basta para darse cuenta de que no se trata solamente de que la banca esté en quiebra, de que el fraude fiscal nos haya dado en la cabeza o de que el robo manifiesto de los políticos haya acabado a la vez con nuestra cartera y nuestra confianza en las instituciones. La cuestión es aún peor y está relacionada con nuestra propia estructura económica de país que no produce nada, prefiere importar a generar y no es capaz de competir en los sectores donde verdaderamente se juegan las partidas importantes.

Vamos a ello:

-La Seguridad Social dice que en España tiene alrededor de dieciséis millones y medio de afiliados Por  lo tanto, en este momento hay dieciséis millones y medio de personas que cotizan, ya sean empleados públicos, autónomos o por cuenta ajena.

-Según los últimos datos de población activa, en España andamos cerca de los seis millones de parados.

-Sabemos  también por las mismas fuentes que en España hay alrededor de nueve millones de pensionistas.

¿Os dais cuenta de que cada persona trabajando, está  pagando, casi, a un jubilado o a un desempleado?

¿Os dais cuenta, además, de que tres millones de los que aún trabajan y cotizan son empleados públicos, por lo que su salario y su cotización proceden también del resto de la economía?

Si calculamos las cargas, como si fuésemos ingenieros construyendo un puente, esta sería la cuenta final:

13.400.000 trabajadores del sector privado pagan:

-Sueldos y cotizaciones de 3.100.000 empleados públicos.

-Desempleo, y subsidios de 6.000.000 de desempleados, aunque no todos cobren, eso es verdad.

-Pensiones de 9.000.000 de pensionistas.

Esa es la contabilidad de la nación, que si nos la llevamos a casa nos deja, además, son la necesidad de pagar la hipoteca y la de vivir.

¿Cómo demonios se puede esperar de ese modo que despegue el consumo?

Cuando no salen ni las cuentas de la nación ni las cuentas de las familias, poco más hay que mirar. La quiebra no es una posibilidad: es un hecho.

La pregunta es cuándo lo pondrá alguien en claro, a ver si nos atrevemos a enfrentarnos a lo que hay.

La hipoteca y los peces de colores

¿Gafe o mala planificación?

¿Gafe o mala planificación?

Los españ0les somos así: nos joroba pagar, que nos exijan. No entendemos que lo que para unos es un derecho se convierte en una obligación para otros y nos gusta que el Estado nos dé cosas, y si es posible, a titulo personal y sin que se le den también a los demás, porque la gracia no está en tener lo que tiene todo el mundo, sino en tener lo que nadie más puede tener, para que le resto se chinche y rabie. O dicho de otro modo: no queremos suscitar la admiración de nuestros vecinos, sino su envidia.

¿Creéis que me paso? Echad un vistazo a las autonomías y sus estatutos: no se trata de tener algo más apropiado, sino de tener algo que los demás no puedan conseguir para, a través del privilegio, y subrayo privilegio, obtener una ventaja competitiva que pueda hacer daño al otro, robándole  empresas o comiéndole sus ingresos fiscales.

Con la hipoteca está empezando a pasar lo mismo: nadie nos obliga a tener una vivienda en propiedad, pero la llamada del cerebro reptiliano, ese órgano ancestral que a veces no domino desde el fondo del cráneo, nos indica que pagar un alquiler es dar dinero a cambio de no tener nada, así que a todos nos apetece pagar una cuota para poder dejar la casa a nuestros hijos o venderla en la vejez para no tener que depender de las pensiones, que adivinamos míseras, de la futura Seguridad Social. Por eso precisamente preferimos hipotecarnos a pagar un alquiler: porque suponenos que los inquilinos de hoy serán los pobres, los arrastrados del futuro. ¿Exceso de sinceridad? ¡Venga ya! ¿quién no ha pensado eso alguna vez en el fondo de su corazón?

¿Y qué pasa cuando las cosas salen mal? ¿Qué ocurre cunado nos damos cuenta de que hemos firmado por treinta años cuando nuestras previsiones no pasaban de dieciocho o veinte meses? Pues entonces es cuando vamos a cabezazos contra la lógica e inventamos razonamientos  tan peregrinos como que los bancos nos han estafado, o que deberían rescatarnos a nosotros en vez de a ellos, o que deberían pagar los vecinos la hipoteca que nosotros no podemos pagar.

Y hoy es el día de decir que ya está bien. Que sabemos que hay abusos en la ley hipotecaria, pero ya lo sabíamos antes de firmar. Que sabemos que hay manoneo en los bancos, pero ya lo sabíamos antes de firmar. Que sabemos lo que firmamos. Que sdabems lo que elegimos. Que sabemos que estamos donde estamos porque así salieron los dados, porque la suerte no pudo ser mejor o porque no valemos para nada más.

¿Pero cuántos hay que reconozcan esto?

Parte de nuestra crisis viene de ahí: de creer que repitiendo la letanía a los peces de colores se va a bajar de un ovni un superhéroe que arregle nuestros desmanes. Y no. Es todo más simple: tenemos que pagar lo que debemos, pronto, tarde, o con la sangre de nuestros nietos. Pero nos lo vana hacer pagar, por majaderos, por inconscientes, o por gafes.

Cada cual que elija.

La hipoteca se dio a la fuga

La gran evasión

La gran evasión

Llevamos bastante tiempo  hablando por aquí de que las hipotecas están en el congelador, fundamentalmente porque los bancos son a sía de hoy los que más necesitan el dinero y, por tanto, no se lo van a prestar a nadie.

La otra razón de semejante parálisis, es el gasto público: mientras a los bancos les sea más rentable y seguro prestarle el dinero a los gobiernos a través de las emisiones de deuda pública, será imposible convencerlos de que se lo presten a las empresas, y aún menos a los particulares para comprar una vivienda, máxime cuando la valoración de esas viviendas en el futuro no está muy clara y todo indica que se moverá a la baja.

Sin embargo, hay un dato que mete mucho más miedo que todos los anteriores y que casi nadie ha querido comentar: la desaparición rampante del dinero. Sí, como lo leéis: el dinero se está largando de España a unas velocidades tan superlumínicas que los bancos ni siquiera pueden cubrir sus propias necesidades de capital, y mucho menos prestar.

Por mucho que el Gobierno se empeñe en decirnos que nuestras cuentas mejoran gracias a las exportaciones, lo cierto es que la balanza de capitales, la que mide la diferencia entre el dinero que entra en España y el que sale de nuestro país, pasó de 27.000 millones de euros negativos (ya está bien) en 2011 a 210.000 millones de euros, en 2012, y eso sólo hasta octubre. Con semejante sangría de inversiones y depósitos, ¿cómo demonios queremos que los bancos presten un duro a nadie, ni a particulares ni a empresas?

Nuestras exportaciones, basadas sobre todo en la bajada de los salarios, no van a cubrir ese agujero ni van a suponer un aumento apreciable del factor empleo. Porque aquí, como sabéis, cuando se habla de competitividad se habla sólo de salarios, pero no de otros factores, como la financiación o la energía. Mientras la energía siga en manos de cuatro bandoleros oligopolistas y el mercado de capitales absorba cualquier recurso que podamos generar no haremos otra cosa que profundizar el agujero en que nos hemos y nos han metido.

La hipoteca, amigos, se dio a la fuga. Salió pro la frontera en un maletín o, más probablemente, en una transferencia hecha por internet con un simple click. Mientras no seamos capaces de entender que en un mundo globalizado el dinero no vota, sino que simplemente se limita a largarse a otro lado, seguiremos empecinados en darnos cabezazos una y otra vez contra la vieja mecánica de huelgas, protestas, y reclamaciones a unos políticos locales, los nuestros, a los que sí, hemos elegido nosotros, pero sin capacidad alguna para influir en las cosas que realmente importan.

Lo único que podemos exigirles es que sean honrados (ya nos gustaría), que se enteren de qué va el mundo (misión imposible) y que traten de llevarnos de nuevo al camino del mundo real.

Cualquier otra cosa es mero folclore.

La hipoteca dormida

Viejo remedio para la crisis

Viejo remedio para la crisis

El problema del mercado hipotecario no es sólo la falta de liquidez de los bancos,  que de un tiempo a esta parte necesitan el dinero más que sus posibles clientes (y eso es grave) ni que la solvencia de los clientes no llegue a los mínimos exigibles para no tener que incluir una vela a santa Rita en cada contrato.

El problema llega aún más lejos, y es la demanda.

Los españoles con necesidad de vivienda y ganas de tenerla en propiedad nos dividimos en estos momentos en dos grupos principales:

-Por un lado están los que no se la pueden pagar, porque ni tiene ahorros ni trabajo estable, ni posibilidad alguna de que un banco les conceda una hipoteca, casi ni comprando una de las casas que los bancos tienen en su stock desde el comienzo dela crisis.

-Por otro, la expectativa sobre el precio de los pisos parece haber entrado en lo que en el mercado bursátil se llamaría una espiral de pánico, y que consiste en que cualquiera que sea el precio que se solicite pro una vivienda, queda la impresión de que esperando un poco se podrá comprar mucho más barata.

Y lo cierto es que todas las noticias y todos los indicadores llevan a pensar que el precio de la vivienda seguirá bajando, aunque sólo sea por la obligación del banco malo, y de los otros, peores, de vender sus viviendas cuanto antes para cumplir con los planes de eliminación de los activos tóxicos. Bajarán, es cierto, pero no se sabe cuánto ni cuando, y ahí es donde está el problema.

Mientras las expectativas sean bajistas, no se firmarán hipotecas, porque apresurarse equivale en la mente de muchos a precipitarse. Mientras continúen las expectativas bajistas la hipoteca seguirá siendo un producto dormido, pro falta de liquidez, por falta de solvencia, y porque el pozo sin fondo del mercado inmobiliario parece tener aún capacidad para absorber una caída mayor.

¿Los datos? El Indicador de Confianza del Consumidor. Según esta encuesta, el  52,7% pronostica más rebajas de precios; el 37,1%, los mismos precios o unos muy similares y el 4,9%, subidas para 2013.

¿Cómo lo veis vosotros?