Archivo del Autor: Ladríllez

Acerca de Ladríllez

Javier Pérez Fernández (Zamora, 1970) Director durante 10 años de la revista universitaria dela Universidad de León, ha participado en casi todos los foros asociativos y juveniles de la ciudad. Escribe desde los 14 años en periódicos y revistas, especialmente Bedunia, como satírico, y en el diarioLA CRÓNICA-EL MUNDO, donde realizó un suplemento dominical sobre historia militar leonesa. Profesionalmente, se especializó en marketing y economía agraria. Trabaja como comercial de publicidad para medios de comunicación y dirige una casa de turismo rural en la montaña leonesa. En cuanto a trayectoria literaria, empezó por el verso satírico, estudió métrica y composición clásica y es autor de más de mil poemas, aunque jamás se consideró poeta. Más constante ha sido su dedicación al columnismo de prensa, medio en el que ha publicado más de ochocientos artículos en los últimos veinte años. Como autor de relatos cortos, ha tratado de conciliar la temática escabrosa con el estilo irónico, lo que le ha valido más reconocimientos que amistades. En total tiene escritos más de doscientos relatos y ha recibido casi una veintena de premios en este campo. Pero el género donde considera que mejor se desenvuelve es el de la novela. Escribió su primera obra de más de doscientas páginas a los dieciocho años, aunque afirma que sólo permitiría su difusión bajo amenaza a punta de pistola. Desde entonces, ha escrito una enorme epopeya espacial de más de dos mil folios, y cinco novelas, una de las cuales,la Crin de Damocles, le valió el premio Azorín 2006. La espina de la amapola, Ed. Planeta 2008. El Gris. Ediciones B. 2010 -La crin de Damocles, Ed. Planeta 2006. Premio Azorín de novela. -Viento Divino. Caja Murcia. Instituto Castillo Puche. -Antología poética Antonia Pérez Alegre. Fundación Espejo 2005. -Apagar el sol. Ayuntamiento de Toledo. Premio narrativa femenina 2005 -Historias para catar. Tropo Editores 2007 -Diversas antologías y colecciones de cuentos.

43.853 desahucios en 2012

La desolación

La desolación

Aunque el Consejo General del Poder Judicial advierte que esta cifra es una estimación, hay que reconocer que se trata de una mejora respecto a la absoluta opacidad que se manejaba hasta ahora.

Mejora la información, pero no el problema.

Las causas son muchas y ya las hemos tratado aquí en bastantes ocasiones, pero el hecho es que hay casi cincuenta mil familias que se han quedado en la calle y con la deuda puesta. Como sabéis, soy absolutamente contrario a que se pueda uno deshacer de las deudas por el simple procedimiento de pasárselas a otro, ya sea este otro Perico de los Palotes o un banco de esos que ahora son satánicos y antes nos alegraban el año, pagando la casa, el coche y las vacaciones.

Pero al mismo tiempo que me opongo a que las deudas se traspasen como un billete falso, me opongo también a un sistema financiero en el que no hay segunda oportunidad, ni posibilidad de remisión, y en el que los más cómodo, lo más prudente y lo más seguro es no hacer nada, no emprender nada y no arriesgarse a nada.

Aunque parezca que me salgo del tema, no lo hago: la economía española va cuesta abajo porque todo el mundo quiere un empleo pero no hay nadie dispuesto a crearlo. Vamos de culo porque alrededor de las universidades americanas, por ejemplo, nacen y mueren centenares de empresas que los estudiantes van creando a medida que los conocimientos recién adquiridos les inducen ideas.

¿Y aquí? Aquí en torno a las universidades florecían como setas las academias de opositores, porque todos esos conocimientos supuestos que imbuían las universidades en los estudiantes se convertían en ganas de ser funcionario y olvidarse de problemas más que en ganas de montar una empresa.

Es posible, sí, que seamos vagos, acomodaticios y esquivos al riesgo, pero lo cierto es que leyes como la hipotecaria, donde te comes al deuda para siempre y el riesgo es eterno, no ayudan a generar en España ni emprendedores, ni gente dispuesta a sumir riesgos. A lo único que esto ayuda es a conseguir que exista cada vez más gente instalada en la gigantesca estupidez de querer un trabajo por cuenta ajena al mismo tiempo que llama hijo de puta al que se lo ofrece.

La conclusión es la obvia: que el que tiene dinero no lo arriesga. Ni le hace falta ni le apetece que lo pongan a parir. Y el que no lo tiene, ni consigue que se lo presten ni acaba de atreverse a dar el paso, por los riesgos que conlleva.

Y al final la psicología lo es todo.

La dación en pago y el divorcio

Encaje...

Encaje...

El parlamento europeo insiste en apoyar a los movimientos de afectados por la hipoteca: el otro día le concedieron a la PAH el premio Ciudadano Europeo por la defensa de los derechos de los ciudadanos y el domingo Estrasburgo aprobó una resolución en la que se pedía que se suspendieran las deudas de los desahuciados.

En principio eso puede estar muy bien, peor una de las razones por las que España se encuentra en la situación en la que se encuentra es que es un país lleno hasta arriba de españoles. Y digo semejante obviedad porque en varios foros y hasta en un bar he escuchado planes coincidentes para moverse en la dirección apropiada en el caso de que el Gobierno acabe pro aprobar la dación en pago.

En primer lugar, la dación sólo se aprobaría para la vivienda habitual y para aquellos que no tuviesen ingresos. Quedan excluidos de este modo los que simplemente se nieguen a pagar para que les desahucien y poder librarse de un piso que vale mucho menos que cuando lo compraron. Hasta ahí, correcto.

¿Y qué pasa?

Pues que ya hay gente que tiene firmados los papeles del divorcio y que los llevará al juzgado el mismo día que se apruebe esta ley de dación en pago. La idea es seguir pagando la hipoteca de la residencia habitual, divorciarse, y fijar en la segundo inmueble la residencia habitual de uno de los dos cónyuges, de modo que este puede acogerse a la dación en pago para la casa de la playa o de esa urbanización que ya no vale una cuarta parte de lo que valía cuando se compró hace unos años.

Lo repìto para que se entienda mejor. Matrimonio normal y corriente. Trabaja uno de los dos. Tienen un piso en Madrid y un chalé en Almería. El chalé de Almería no vale ni la quinta parte de lo que valía. Se divorcian. El que no trabaja, fija su domicilio y residencia habitual en el chalé de Almería. Como es su domicilio habitual y la persona que no vive en él no tiene ingresos, se acoge a la dación en pago, le mete el pufo al banco y regresa tan ricamente a Madrid a vivir con su exmarido o su exmujer, porque nadie en este país te pregunta con quién vives o si estás casado o no.

La gracia del asunto es que también está previsto lo que sucede si trabajan los dos. Si es por cuenta ajena, mala cosa, pero como sea por cuenta propia, además de meter el pufo del chalé, el que trabaje por cuenta propia se da de baja y se pasa a la economía sumergida para no declarar ingresos, con lo que tendremos un caso más, otro, de que todo son ventajas para el que trabaja en negro.

¿A que somos un país fantástico?

Baja el Euríbor y suben las hipotecas

Telas de araña petrificadas en caja fuerte de un banco.

Telas de araña petrificadas en caja fuerte de un banco.

A estas alturas ya no deberíamos extrañarnos de que pasen estas cosas, porque estamos en un país en el que las eléctricas producen la energía hidroeléctrica (es poca, pero sirve de síntoma) con un agua que es de todos, y no pagan por ella, pero luego nos cobran por la electricidad como si el agua fuese suya. Lo mismo pasa con la gasolina: cuando sube el petróleo, suben los combustibles, pero cuando el petróleo baja, los combustibles no lo hacen en la misma medida. Los ejemplos son innumerables y más que un reflejo de lo que es el capitalismo configuran un retrato de lo que somos los consumidores…

Al final, lo que  todo esto demuestra es que los precios no tienen nada que ver con los costes, y mucho menos con la calidad, pero eso es algo que ya me he desesperado de intentar demostrar, así que vayamos al caso de las hipotecas, que es lo que aquí nos ocupa.

Por lo visto, y según el INE, el tipo de interés medio al que se conceden las hipotecas en España llegó el pasado mes de marzo a su niveles más alto desde mayo de 2009. O sea, que ahora que la cosa está como está pagamos de media el 4,49%, frente al 4,37% del mismo mes del año pasado.  Con esto tenemos que, si el tipo de interés anda por el o,5 por ciento, el diferencial que aplican los bancos se está acercando ya a los cuatro puntos de media. Y la pedrada no la ha dado el Euríbor, por supuesto, que no.

¿Y sabéis que es lo peor? Que ni siquiera es verdad.

Lo cierto es que esa es la parte que el INE puede estudiar, pero todos sabemos que los bancos aplican otras tarifas o pellizcos a través de pequeñas comisiones, seguros forzados, pólizas de vida a precios irreales y otras pequeñas prebendas que se reservan para engrosar su cuenta de resultados (o reducir el agujero que tienen en ella) a costa del cliente que aún paga.

La jugada, por tanto, es la de siempre: hay dos clase de clientes: los que pagan y los que no. Los que pagan si son ya clientes hay que jorobarse, y si no lo son, hay que espantarlos de la oficina lo antes que se pueda.

En cuanto a los que pagan, si son ya clientes hay que atarlos como se pueda, pero sacándoles el dinero, y a los que no lo son hay que atraerlos de cualquier manera para convertirlos, si se puede, en cautivos.

Lo que algunos cantamañanas de los foros no ven es que lo que dejan de pagar los que no pagan se lo sacan, necesariamente a los que sí.

Las cláusulas suelo y el Tribunal Supremo

Híbridos raros...

Híbridos raros...

Las cláusulas suelo son uno de los más duros caballos de batalla de la pelea judicial que se ha montado en torno a las hipotecas después de que, de pronto, todo el mundo se volviera bobo y dejara de entender lo que firmaba para llegar a los tribunal asegurando que los bancos no le informaron de esto, de lo otro, o de lo de más allá.

Una vecina de noventa y tantos años dijo sobre el asunto de la banca y el “yo no me enteré y yo no quería” le recordaba a “lo que decían las mozas en su juventud cuando se quedaban preñadas”, textualmente.  Y aún no he parado de reírme. Los viejos rurales tiene estas cosas.

Entrando en el tema práctico, resulta que el Tribunal Supremo ha analizado muy de cerca las cláusulas suelo, y ha tomado una decisión tan salomónica como incomprensible: por una parte, reconoce que las cláusulas suelo pueden ser abusivas en algunos casos y obliga a que, a partir de la fecha actual, se destaquen de manera muy especial y se especifiquen de forma clara e inequívoca. Por otra parte, dictamina muy claramente que no se invalidan las que ya estén firmadas, y que la obligatoriedad de informar no tiene carácter retroactivo, por lo que las cláusulas suelo firmadas hasta la fecha son perfectamente válidas.

La sentencia, desde mi punto de vista, no hace más que consagrar y dar carta de naturaleza a un abuso. Los banco hicieron lo que les dio la gana, informaron mal y a regañadientes y aplicaron condiciones desiguales, según reconoce el Supremo. Pero esto, maravillémonos, no es razón suficiente para que estos actos, ni siquiera de forma limitada, se consideren nulos ni para que se considere siquiera la posibilidad de compensar de alguna manera a los perjudicados.

Estamos por tanto, ante el viejo mecanismo chulesco que me aplicaron y nos aplicaron a muchos en otros tiempos: se le da la razón, pero no el dinero. Los papales los perdimos nosotros, sí, y eso lo reconocemos, pero o vuelve a traer usted todos los papeles, uno pro uno, o la subvención no la cobra ni en mil años. Cuando el jefe del negociafdo me dijo que la razónm era una cosa y el dinero otra, pensé que me tomaba el pelo.

Pero no. Ahora veo que hablaba en serio.

Y es que cada día está más claro que la razón y el dinero no tienen nada que ver, y pretender que en un juzgado los unan de algún modo es como esperar que injerten patatas con melones.

Y el caso es que un genetista agrónomo podría hacerlo, pero un juez, lo otro, ni de coña…

Hipoteca y política monetaria

Redistribución de la riqueza.

Redistribución de la riqueza.

Los tipos de interés siguen cuesta abajo, especialmente en lo que se refiere al precio oficial del dinero estipulado por el Banco Central Europeo.

Esto, en principio, parece un poco llamativo, pues da la impresión de que se trata de resolver el problema de la crisis con la misma medicina que la causó: la abundancia de liquidez. Y es que el exceso de dinero en circulación hinchó la burbuja de precios, al tiempo que indujo a los bancos a prestar sin medida y sin control porque algo había que hacer con el dinero que sobraba en sus arcas.

Lo que ocurre ahora es bien distinto:se trata de inyectar liquidez a toda costa en un sistema anémico que no encuentra fondos que destinar a la economía real, una vez que los bancos perdieron su fuerza y su salud en financiar activos que dejaron de tener valor.

La analogía con la salud es evidente: lo mismo que te puede sentar bien cuando estás sano te puede sentar como un tiro después de enfermar, pero en este caso me temo que va a ser complicado que un sistema acostumbrado al exceso de liquidez escape de sus problemas con una simple bajada de los tipos.

Por mi parte, la bajada de tipos de interés la veo como un síntoma de desesperación. Bajar el precio del dinero y acercarlo al cero pro ciento puede ser una medida idónea, pero desde luego no genera confianza en el resto del mundo.  Y a nosotros también nos debería hacer reflexionar: Si el dinero se presta casi sin interés, o sea al cero por ciento, y aún así hay muy pocos negocios lo bastante potentes o lo bastante solventes para obtener esos préstamos y ser capaces de devolverlo, ¿qué está pasando aquí en realidad?

A mi juicio, dos cosas:

-Que no hay muchos sectores donde realmente valga la pena invertir (todo está ocupado ya), y que eso es lo que realmente nos oprime. A esto se le llama a veces exceso de capacidad instalada o exceso de capacidad de producción, y da para escribir verdaderas enciclopedias al respecto.

-Que al final las empresas y los particulares tenemos que competir con los Estados por la financiación, y eso tiene truco, porque son los Estados los que dictan las leyes y nos cobran los impuestos.

Así las cosas, sea cual sea el tipo de interés que se fije, las hipotecas concedidas siguen cuesta abajo.

Y esa es la verdadera tragedia: que cada día más, las decisiones monetarias empiezan a ser irrelevantes.

La hipoteca y la justicia

Lluvia sobre el que vendió a tiempo...

Lluvia sobre el que vendió a tiempo...

Quizás un día aparezca alguien que ponga en fila, y por orden, los problemas de esta sociedad. Cuando ese día llegue, y si por casualidad no coincide con algún partido de Champions, veremos que antes de pobres y desesperanzados fuimos irresponsables, y que antes aún que irresponsables, egoístas, dando la espalda a cualquier idea de sociedad, de construcción de un espacio común o siquiera de un proyecto común.

Y antes que todo esto, creedme, fuimos majaderos irredentos, incapaces de seguir mínimamente un argumento o de darle una oportunidad a la lógica, si no nos llevaba del punto preferido al punto deseado.

¿Y por qué digo esto? Porque en España, los derechos individuales y su defensa, parecen haber quedado en manos del socialismo, ¡nada menos!, cuando el propio nombre de la doctrina implica la prevalencia de la sociedad sobre el individuo. Los conservadores, por su parte, nos suben impuestos, nos aprietan las tuercas y se esconden detrás de una pantalla para no responder preguntas. ¡Hay que jorobarse!

Luego está la broma esa de los bancos y las hipotecas, con recios marxistas de toda la vida copiando al dedillo el catecismo para contarnos que una cosa es la ley y otra la justicia, que una cosa es el valor y otra el precio, que hay que buscar los justo, lo  recto y lo honrado, y no sólo lo rentable. Ignoro si la Iglesia sabe lo que es lo ético o lo justo, pero sin duda sabe lo que es la rentable. Las banderas rojas que encabezan muchas manifestaciones contra la injusticia de la banca no saben, ni de lejos, ni lo que es lo justo, ni lo que es lo ético ni lo que pueda ser eso de la rentabilidad, siquiera social.  Descendientes ideológicos de asesinos, sólo podrían darnos lecciones sobre el convenio colectivo de mataderos.

¿Y qué nos queda por este camino? Tratar de pensar. Intentarlo al menos.

Recordar que las hipotecas pueden tener cláusulas injustas, pero había tres actores en esta obra. Y he dicho tres. El que pedía la hipoteca, y firmó. El que daba la hipoteca, y firmó. Y el que se llevó la pasta, porque acababa de vender el piso. ¿Y quién habla de ese, que se lo llevó crudo?, ¿Viene el que vendió a ofrecer a los demás lo que ganó en aquellos días para él gloriosos?

No, claro. Y a nadie nos importa. Porque el que salió ganado no le importa a nadie. Ni el que acabó perdiendo tampoco. Importa sólo buscar el camino para arañar unos votos, o acaso, si se pudiera, unos meses sin pagar.

El día que de veras vea un movimiento que busca justicia, me apunto el primero. Mientras tanto, arrastro y veinte en copas.


Hipoteca y renta disponible

Cuando pasa hambre la hucha...

Cuando pasa hambre la hucha...

El problema de la distribución de ingresos y gastos reside, en realidad, en cuánto es lo que nos queda para gastos discrecionales.

No importa tanto lo que se gana, lo que suben o bajan los sueldos como esta otra variable: la cantidad de dinero de la que realmente podemos disponer, porque no está administrada de antemano, y asignada antes de llegarnos a una u otra partida.

Hasta ahora, las clases medias de había caracterizado por disponer de una rentas disponibles interesantes, y en torno a estas se generaba la verdadera actividad económica. Una familia cualquiera que tuviese unos ingresos globales de dos mil euros al mes, descontaba la hipoteca, descontaba los recibos de la energía, el teléfono, el automóvil y algunas cosas más de las que no podía prescindir, y el resto lo gastaba en lo que quería, eligiendo entre vacaciones, consumo de distintos tipos, aparatos, ocio, cenas, o ahorro.

Lo que a veces la gente no ve tan claramente es que un pequeño incremento en los gastos fijos (los que no se pueden elegir) o una disminución en el volumen de ingresos se ve reflejado en la renta discrecional de una manera mucho más importante de lo que parece, haciendo verdadero daño al consumo y al empleo.

Lo vemos con un ejemplo:

Familia A.  Trabajan ambos cónyuges. Ingresos totales, 1800 € al mes. Como veis, no me paso ni por arriba ni por abajo.

Hipoteca,  600 €.

-Coche, 200 €

-Recibos fundamentales 175 €.

-Mínimo vital 400 € .

Esta familia tiene gastados 1375 € al inicio de mes, y le quedan 425 € de gasto discrecional. Una disminución del 10% ben sus ingresos llevaría a una reducción de casi el 40% en su gasto discrecional, y eso ya sin contar la sensación de apuro que tendrían, emnpujándolos a ahorrar más.

La burbuja hipotecaria, por tanto, no sólo embarcó a los españoles para treinta años. También se llevó buena parte del margen que había para crecer en otros sectores. Por eso es tan difícil un cambio de modelo productivo en España…

Consecuencias de la bajada de los pisos

Reunión con un experto. (espero que os suene)

Reunión con un experto. (espero que os suene)

Parece que el goteo no cesa: diversas instituciones europeas y mundiales hablan de que en España se producirán, en los próximos tres años, una caída del 20 % en el precio de la vivienda, y que aún así el mercado inmobiliario seguirá sufriendo grandes rigideces por la falta de liquidez en el mercado de hipotecas.

Y no, no es buena noticia.No es buena noticia, por más que todos sepamos que los pisos se pusieron por las nubes y que la vivienda es un bien básico. No es buena noticia, porque una gran parte del capital y del ahorro de los españoles, ese que hace que en Alemania digan que somos más ricos que ellos, está en ladrillos.

Cuando los pisos bajan, el español se empobrece. Por poner un ejemplo de andar por casa, para nosotros, una bajada de los inmuebles es como un verano de lluvias. Puede que haya alguien que se dedique el cultivo de la piña y se vea beneficiado por esas lluvias, pero un país que vende sobre todo buen tiempo, sol y playa, no puede celebrar que un verano cualquiera cambie el tiempo y se ponga a llover. Con los pisos pasa otro tanto: nuestra riqueza nacional, nuestra capacidad de endeudamiento, nuestras reservas para los malos tiempos (que han resultado ser estos, vaya por Dios), están invertidas en un porcentaje alto, demasiado alto, en bienes inmuebles, y un descenso de sus precio tiene muchos efectos negativos. Vamos a ellos, así por encima:

-Riqueza real. De eso es de lo que vengo hablando.

-Efecto contable: los banco dieron dinero, nuestro dinero, a los hipotecados. A cambio del dinero, se quedaron con las hipotecas. Como el dinero no va a volver, si los pisos bajan, los bancos pierden dinero. Concretamente el nuestro.

-Efecto psicológico: la sensación o percepción de riqueza por parte de las familias, y por ende, su predisposición a la inversión o al gasto, está profundamente relacionada con el precio de los pisos. Cuanto más baje el precio de la vivienda, más pobre se sentirá la gente, menos valdrá el piso de la bisabuela que se iba a heredar y se vendería para pagar el cambio del horno en la panadería, etc…

-Efecto fiscal: Siempre que se produce una bajada continuada del precio de un bien, los posibles compradores prefieren esperar, a ver si en un tiempo consiguen comprarlo más barato. En este caso, la espera es doble. Por un lado no te conceden la hipoteca, y por otro, los pocos que podrían pedirla, se dan su tiempo para encontrar una ganga o dejar que los precios bajen aún más, ya que se trata de un bien de un valor muy alto. De ese modo, los pisos no se venden, y las arcas públicas, que ingresaban importantes sumas de impuestos por este concepto, siguen y seguirán más secas que nunca.

O sea que aunque en principio nos suene bien eso de la bajada, no hay tanto que celebrar. Nada, diría yo.

La garantía en los pisos. Hipoteca y problemas posteriores

¿Estará en garantía?

¿Estará en garantía?

El mayor problema que tenemos en España es que hay mucha inspección y poca responsabilidad posterior por parte del que inspecciona, lo que se traduce, al final, en que te cobran por darte un papel, pero como no tienen incentivo alguno en que ese papel refleje la realidad del inmueble, en muchas ocasiones se trata de un simple trámite para mejor engorde de arquitectos, aparejadores, colegios profesionales y otros chupatintas varios, allegados a las administraciones públicas.

Con los coches sucedió y sucede un poco lo mismo: la ITV, además de una fuente constante de corrupción y mamoneos, se ha convertido en un trámite en el que te piden la homologación de los cristales tintados, pero si al salir de la rampa de revisión te matas por que han fallado los frenos no se hacen responsables de nada aunque hayan firmado hace dos minutos que todo está en orden.

En teoría, según las últimas sentencias se puede exigir responsabilidad a promotores y arquitectos en los casos de vicios ocultos.

Hasta hace unos años, nadie se responsabilizaba de los defectos que aparecían en los inmuebles una vez que estos habían sido entregados a sus compradores. La doctrina del “sosténte mientras cobramos” se imponía casi siempre y el comprador era el que tenía que lidiar con las grietas, las humedades, los repises, las ventanas mal encajadas y las puertas que no cerraban.

Ahora, en cambio, se exige a promotoras y arquitectos que contraten un seguro de responsabilidad civil para le evicción de daños ocultos, pro lo que las viviendas se entregan con garantía de al menos cinco años, aunque puede pactarse un plazo mayor.

En este sentido, cabe destacar una reciente sentencia en la que se condenó a los promotores y arquitectos no sólo a reparar todos los daños, sino también a hacerse cargo de todos los gastos de alojamiento y almacenamiento de muebles de los propietarios durante el tiempo que durasen las reparaciones.

Como dato curioso, y para que lo tengáis en cuenta, el Tribunal Supremo rechazó la pretensión de los compradores de que se cumpliese la memoria de calidades estipulada en el contrato, pues los compradores habían tenido ocasión de demandar esto antes de escriturar los pisos y no lo hicieron. O sea que si veis que las calidades no son las pactadas, denunciad ANTES de escriturar, porque después ya no vale, ya que las calidades de los materiales no son vicios ocultos, sino mermas evidentes, y el que las acepta es porque quiere.

En la práctica, lo que sucede demasiado a menudo es que la empresa que construyó los pisos se ha disuelto meses después de vender  el último, y en caso de problemas hay que ir a buscarla con una ouija al cementerio del registro mercantil.

Las garantías teóricas están muy bien, pero al final, en este país, sólo hay una garantía: tener suerte o conocer al hijo del cuñado de alguien. Lo demás es papel mojado.

Y si se tiene una hipoteca, aún peor, porque el banco exige, porque prestó el dinero, pero como no edificó nada, pero no responde.

Franco, la hipoteca y la revolución

Version 2.0 de un viejo tema...

Version 2.0 de un viejo tema...

Tranquilos, que el título asusta un poco, pero luego trataré de explicar que la cosa no es para tanto.

Uno de los puntos que tienen en común los polítólogos, es que las revoluciones sociales se dan con mayor frecuencia y virulencia en aquellos países en los que la propiedad privada tiene poco incentivo para una masa muy amplia de la población. Ese desapego hacia la propiedad privada viene, generalmente de dos razones: o se trata de sociedades de piratas o recolectores (que las hay, aunque no voy a mencionarlas) que entienden que todo viene del aire (porque lo suyo viene del aire) o se trata de sociedades en las que un porcentaje muy elevado de la población no tiene NADA, con lo que el concepto de propiedad les es absolutamente indiferente.

Como lo común es lo segundo, algunos regímenes totalitarios, como el franquismo español, decidieron atajar las propuestas revolucionarias haciendo que la gente tuviese algo. Esa es la razón, por ejemplo, de que la inmensa burrada de pisos de protección oficial que se construyeron en España durante el franquismo se adjudicasen en régimen de propiedad y no de alquiler como en otros países.

La idea estaba clara:  si la gente era propietaria de sus viviendas sería mucho más reacia a apoyar un régimen que estableciese que todo el mundo perdía lo suyo. Y por eso la ideal alquiler es tan grata para la izquierda en general, puesto que la gente que no tiene nada suele apoyar cualquier medida o cualquier idea que convierta en suyo lo que no lo era.

A medida que pasa el tiempo, la clase media, garantía de estabilidad del Estado, se va descomponiendo y cada vez más gente se convierte en clase baja, sin garantías, sin propiedades, y sin el paraguas del Estado del Bienestar que les asegure que todo va a ir bien pase lo que pase. La hipoteca, que antes te convertía en propietario y era deseada por todos, se convierte ahora en una cadena que te convierte en esclavo, y el que puede trata de librarse de ella, y si es sin pagarla, mejor que mejor.

La jugada, como siempre, está en quién la paga. Y la respuesta, como toda la vida, es “quien sea, pero yo no”. De este mecanismo, tan viejo como los sumerios, es de donde nacen movimientos tan variopintos como la dación retroactiva, la deuda ilegítima y la castración del periquito albino: el resumen fundamental es que la hipoteca la pagas tú y el piso me lo quedo yo, ya se como alquiler social, expropiación al banco, o como quiera…

La idea básica de todos estos movimientos, sin juzgarla, es dar a entender que existe el derecho a disfrutar de una vivienda sin que este derecho dependa de pagarla. Por vueltas que le den, lo que ofrecen a la gente es una subvención generalizada, o un producto gratuito, y de ahí procede su éxito. La explicación es muy sencilla: salid mañana a a la calle a ofrecer bicicletas gratis y veréis cuantas gente os apoya y firma lo que haga falta. Así que si lo que se ofrece, en el fondo, son viviendas gratis, el éxito tiene que ser arrollador.

Detrás de esta idea, una vez más, se encuentra la lucha entre estabilidad y revolución. Los que se oponen a esto alegan que cada cual tiene que pagar lo suyo, mientras que los que lo apoyan creen, y así lo reconocen, que el daño que se haría a la banca sería tan grande que podría provocar el colapso definitivo del sistema, lo que abriría las puertas a una revolución marxista.

Por eso son los que son los que lo apoyan. Por eso son los que son los que se oponen.

Nada nuevo, vaya.

La dación en pago como subvención encubierta

Esto es lo que nos preguntamos todos

Esto es lo que nos preguntamos todos

Ya sabéis que suelo ser amigo de meterme en los conceptos, y creo que toda esta movida de la dación en pago necesita que se aclaren las bases del asunto.

En un mundo normal, cuando quiebra un banco, sus accionistas pierden el dinero, y los que tenían sus ahorros depositados en ese banco lo palman todo, por haber elegido mal  sus inversiones o la entidad en la que depositar su dinero. Como lo de los ahorros pareció muy duro, se creó una póliza de seguros obligatoria, según la cual, pasara lo que pasase, los ahorradores tenían garantizados sus primeros cien mil euros, que saldrían de esa póliza, pagada a escote por los bancos. Ya tenemos, por tanto, a un grupo al que no le importa un carajo lo que pase: los ahorradores con menos de cien mil euros. Ocurra lo que ocurra, ellos no pierden su pasta. Un incentivo dudoso, vale, pero es lo que hay.

Luego, observemos que se habla de un mundo normal, pero el caso es que en España no ha quebrado prácticamente ningún banco, por lo que no hay accionistas que jorobar. En España, lo que ha quebrado han sido las cajas. ¿Y quienes son los accionistas de las cajas de ahorros? Todos los españoles, ya que estamos hablando de entidades de derecho público.

Llegados a este punto, tenemos que el Estado rescata con dinero público a unas entidades que al fin y al cabo son públicas.

La dación en pago, si se acepta con carácter retroactivo, es un mecanismo según el cual quien contrató una hipoteca y no la puede pagar, traslada las pérdidas al banco. Si haces eso con el BBVA o con el Santander, estás jorobando a sus accionistas, que son mayoritariamente gente corriente que tiene unas cuantas acciones de estas entidades (Emilio Botín, por ejemplo, no llega al 1 %).

Pero resulta, ¡oh cielos!, que estos bancos tiene pocas hipotecas problemáticas y precisamente por eso se han salvado de la quema, y que la mayor parte del marrón está en manos de las cajas rescatadas. Por tanto, la dación en pago supone trasladar las pérdidas de los hipotecados a todos los españoles, que somos los titulares de esos catafalcos conocidos como Cajas de ahorros.

¿Y a esto cómo se le llama? Subvención. La dación en pago es una subvención que piden los que no pueden pagar su hipoteca y que se supone que se la tenemos que pagar todos los españoles.

Por tanto, por mi parte, soy partidario de buscar una solución que no ponga una eterna soga al cuello a los hipotecados, pero de pagar su parte además de la mía, ¡ni hablar!

Ya va siendo hora de que sepamos de qué van las cosas.

Hipoteca y anulación

Combate nulo

Combate nulo

Una de las cosas más difíciles de conseguir en España es saber cuales son las verdaderas intenciones de cualquier iniciativa, y si nos quedamos en la superficie de las cosas a menudo resulta que sólo vemos los colorines del decorado sin caer en la cuenta de que, tras una protesta, puede haber cualquier cosa, desde un intento de subversión a un asalto velado al poder, pasando por todas las tonalidades grises que ilustra cualquier manual de agitación .

Y si las intenciones son complicadas de averiguar, las consecuencias, a menudo, resultan más impredecibles.

La sentencia que anula una serie de cláusulas hipotecarias puede encontrarse en esta categoría. Por una parte, nos alegramos de que al fin se ponga coto a los abusos de posición dominante por parte de los bancos, pero por otra parte no nos queda más remedio que preguntarnos qué sucederá cuando algunos particulares empiecen a acogerse a esas cláusulas para solicitar la nulidad de la hipoteca.

Lo que está claro es que una cláusula nula no puede ser sólo invocada por una de las partes cuando mejor le convenga, sino que su nulidad es efectiva en ambas direcciones, y si los ciudadanos pueden solicitar la invalidez del contrato por incluir cláusulas nulas, esa nulidad, la misma, puede ser también solicitada por los bancos, y por la misma razón.

¿Y qué significa todo esto en la práctica? Pues no se sabe muy bien. Si Manolo le vendió una casa a Paco y el Banco Z concedió la hipoteca, ¿qué pasa si anulamos la hipoteca? Lo normal sería que Paco entregase la casa a Manolo y Manolo devolviese el dinero al banco, pero el principio de seguridad jurídica impide que se haga semejante cosa. Y el principio de seguridad jurídica es una cosa muy importante en España, tanto que, según el código civil, si un objeto se vendió de buena fe y en establecimiento en regla, no se deshace luego la operación aunque se descubra que se trata de un objeto robado.

Lo normal, por tanto, será que simplemente esas cláusulas pierdan validez, sin afectar a la integridad del contrato. Lo normal, una vez más, será que no pase nada y que las cláusulas abusivas dejen de firmarse en el futuro, lo que siempre será una buena, una magnífica noticia. En cuanto a la retroactividad de las leyes, sucederá como siempre: el peso de los hechos superará cualquier otra consideración y se acabará optando por dar validez jurídica a los hechos consumados, aunque sólo sea por no eternizarse en una serie de querellas sin salida posible.

Pero de ahí que puedan anularse contrato como algunos empiezan a decir, veo yo mucho camino.

Demasiado.