Y es que a veces ya hay que tirar del folclore, y dentro de éste, de la rama más popular, al menos por aquí, por estas tierras del Norte.
El caso es que estos días hemos estado hablando de la bajada de los tipos de interés, de la práctica desaparición de las cláusulas suelos y también de los grandes dolores que sufren los hipotecados en monedas exteriores. ¿Pero qué sucede, en resumen? Sucede que las hipotecas se siguen concediendo con cuentagotas por mucho que la recuperación, la supuesta recuperación, se vaya consolidando.
¿Y a qué se debe eso?
Los bancos dicen que no hay demanda solvente, lo que viene a significar que piden el dinero aquellos a los que les hace falta en vez de pedirlo aquellos que lo tienen de sobra, como quisieran seguramente los bancos.
¿Y a qué más?
Pues a que la sabiduría popular, esa de la copla y el cachondeo que ha dado lugar al título de este artículo, ha decidido que no se cree una palabra de la mejoría. La sabiduría popular ve que eso que se lleva siglos pidiendo, que es el reparto del trabajo, se está produciendo. Y no es bonito. Porque resulta que donde había un buen salario y un trabajo a tiempo completo, ahora hay dos salarios de mierda y dos trabajos sin derechos a tiempo parcial. ¿Queríais reparto social? pues hale, a disfrutarlo.
La sabiduría popular no se cree nada porque según los grandes números macroeconómicos todo va bien, todo mejora, y todo lleva buen camino. Pero coñe: resulta que esos mismos números son los que dicen que Mario Draghi imprime dinero como si no hubiese mañana y que el tipo de interés, Euribor incluido, está al cero pro ciento. ¿Qué pasa aquí? ¿que el abuelo está cada día mejor, le can a dar el alta mañana, pero hoy le trasplantan el hígado y le operan a corazón abierto? A eso suena.
Por eso las hipotecas están como cabras. Por eso no acaban de convertirse en el viejo producto sensato y razonable que antaño fueron.
Por cierto, y para acabar de rematarla, dicen que vuelven los créditos rápidos en Milcreditosrapìdos.com . La gran epopeya en la que vuelven los minicréditos.
La cabra, la cabra, etc. etc…