Si contabilizáramos los datos del Sareb, estaríamos hablando de una morosidad que se estaría disparando al 16%, algo totalmente insostenible pero que no debería de pillarnos por sorpresa ante la situación económica que estamos atravesando.
El número de familias que subiste sin saber muy bien como, ya que no tienen ningún tipo de ingreso mensual sigue aumentando y con ello el número de recibos hipotecarios que quedan al final del cajón sin pagarse, por lo que no sería de extrañar que este índice siguiera aumentando en los próximos meses.
Pero la paradoja de esta historia es que muchos de estos préstamos morosos están en manos de entidades financieras que han sido rescatadas por el Gobierno, es decir, con el dinero de los impuestos recaudados entre los ciudadanos de a pie, paradójico, digo, porque los mismos ciudadanos que deben dinero a las entidades, siendo, por tanto, morosos, han contribuido a la salvación de la propia entidad.
No son pocas voces ya las que claman al cielo con esta situación y reclaman una carencia permanente para los créditos de las entidades rescatadas, porque es un sin sentido absoluto, de manera que estas entidades no se beneficien del dinero de todos los españoles para luego echarles de sus propias viviendas.
En este mismo sentido, todos los economistas coinciden en la necesidad de reactivar el sistema crediticio español, siendo la mejor forma de conseguirlo empezar con estas entidades rescatadas, de forma que el dinero que han recibido tenga cierta condicionalidad, es decir, que deba de ser destinado a fines concretos, en este caso a dinamizar el crédito en España.
Pero estamos en el país que estamos y no podemos pedirle peras al olmo, se trata de una situación insostenible y la mediocridad de los gobernantes de turno no hace sino agravarla, aunque todos deberíamos de dejar de mirarnos el ombligo y entender que nuestros políticos provienen de nuestra propia sociedad, son la imagen y semejanza de la sociedad que gobiernan.