De todas las formas de robar, la más despreciable es la del que además de darte el palo y endeudarte para treinta años te dice que es la autoridad y que te opones a su sablazo porque eres un chorizo, un insolidario o un delincuente. Ese es el caso de los ayuntamientos, que encarecen los terrenos hasta el infinito y más allá, como si no supieran que esas cantidades que tan jugosamente se embolsan en impuestos y comisiones las tiene que pagar el currito de a pie.
Los pelotazos de algunos los tiene que pagar alguien y ese alguien somos nosotros, que al comprar un piso estamos pagando la antigua huerta de un abuelo a cinco mil euros el metro cuadrado. O a más. La broma esa cosa de un momento: se pasa un maletín a quien hay que pasárselo, y así los terrenos rústicos se convierten en urbanos, se construye, y se vende y nosotros nos jorobamos durante los treinta o cuarenta años que dura la hipoteca. Hasta ahí, todo normal. Conocemos al perjudicado, y nada cambia.
Ahora que han llegado las vacas flacas, vereis cómo todos los que vendieron esas huertas desaparecen rápidamente del mapa. Veréis como en las listas electorales no están ya muchos de los que se preocupaban por el bienestar público e iban a todos los mítines de su partido. Y la razón está clara: el verdadero, el único poder real de los ayuntamientos reside en las recalificaciones de terrenos y en la posibilidad de contratar a familiares y amigos con unos sueldos estupendos y de por vida. Cuando la construcción se ha parado y cuando no se puede contratar a nadie más, ¿qué poder tienen los ayuntamientos? Casi ninguno, sobre todo los pequeños. ¿Y para qué sirve entonces meterse en política si ya se ganan unos cuartos en otra cosa? Para nada. La política, con la crisis de la construcción, es una profesión devaluada, con lo que eso supone de desprestigio de la democracia. Y con lo que eso supone de calidad en la gente a la que atrae.
La política municipal, encargada de temas tan serios y tan cotidianos como la vivienda, no está a la altura de las responsabilidades que se le atribuyen: no hay relación cabal entre el poder que obtiene un concejal y los medios de que disponemos para elegirlo, controlarlo y fiscalizar sus intereses. No hay relación cabal entre el posible enriquecimiento de un corrupto y los requisitos, mínimos, exigidos para llegar a ese puesto. En esas condiciones, es impoible que las cosas funcionen de otro modo, pues donde hay dinero fásil se acumulan las moscas como en el panal de miel.
Por eso os recomiendo escepticismo. Y sobre todo, tened memoria: cada vez que paguéis la hipoteca de vuestra casa, tratad de recordar en qué clase de terreno se ubicó, de quién era, quién lo recalificó y por cuánto. No vaya a ser que en unos años ellos tengan el dinero, nosotros el pufo, y tan amigos.
Muy curioso tu artículo, es cierto, a nadie le interesa ahora la politica municipal. Lo malo es que cuando cambien las cosas nadie se acordará y seguiremos votando a los mas golfos
Ostras Ladríllez! Me estas dejando sin habla porque escribes lo que pienso! Hacían falta artículos críticos de verdad como el tuyo y no recolección de datos immobiliarios más falsos que las apariciones marianas o los milagros de Escrivá!
Sin comentarios, tienes tanta razón y lo pensamos tantos, que aún no entiendo porqué nada cambia en este país.
Saludos
Yo si lo se: por flojera e ignorancia
El artículo “Vuelva usted mañana”, de Mariano José de Larra, responde a esta pregunta.
Vaya, Ladríllez, supongo que tú has trabajado en un ayuntamiento, ¿no? Lo digo porque yo sí trabajo en uno, y estás mezclando churras con merinas.
Primero, los ayuntamientos fueron los grandes perdedores de la transición. A diferencia de las comunidades autónomas (que sí tienen reservadas sus competencias propias), las entidades locales (entre ellas, los ayuntamientos) no tienen ninguna, y son las que les ha reservado el legislador estatal a través de la Ley 7/1985, Reguladora de las Bases de Régimen Local. Están enumeradas en el artículo 25 y, si te fijas bien, todas son dedicadas a la ciudad.
La principal, como tú comentas, es el urbanismo o, mejor dicho, la planificación urbanística. Recordemos que el término “urbanismo” engloba tanto la planificación territorial (ámbito supramunicipal, correspondiente a las CCAA) y la planificación urbanística (ámbito municipal, suele basarse en el desarrollo de las ciudades, y corresponde a los ayuntamientos).
En tema vivienda, no tienen ninguna competencia, ya que esta está atribuida al Estado y a las CCAA (salvo que una ley de una CA se la delegue).
Sobre la recalificación de los terrenos, decirte que cada comunidad autónoma aprueba su ley urbanística, que establece los requisitos de los distintos tipos de suelo así como la forma de aprobación de sus instrumentos de planeamiento. Cada uno de estos instrumentos (y especialmente el Plan General de Ordenación Urbana) debe tener un período de publicidad, para que todo el mundo pueda presentar alegaciones.
Y, además, si hubiese alguna ilegalidad, la ley reconoce la acción pública (cualquiera puede recurrir) contra las irregularidades urbanísticas.
¿Qué pasa? Que somos unos vagos. Nadie se mira los Boletines Oficiales para saber qué se está haciendo en su municipio y, aunque se enteren, todos se dicen “ya lo hará otro”.
Y que conste que no digo que no se estén pasando maletines de tapadillo, pero seguro que no sólo para esto. Ahora se comenta por aquí, en las Illes Balears, que al presidente Francesc Antich le preguntaron si alguna vez le habían intentado sobornar y el tío se puso tartamudo.
Por cierto que, en Mallorca, de los escándalos de corrupción urbanística, el único que ha ido a la cárcel ha sido Eugenio Hidalgo, porque era de un partido independiente. Los de PP y PSOE, ni uno. Por algo será.
De acuerdo en la maýor parte d eloq ue dices, sobre todo en que fueron los grandes perdedores d ela transición.
No obstante, no creo que sea de recibo que se conviertan en gangsters para solucionar su situación.
Pero de veras que sé loq ue pasa y entiendo que lso han dejado con el trasero al aire.
Por no añadir el exceso de ayuntamientos que no tienen sentido de existir y que debereian adherirse a poblaciones mayores. Pero claro, entonces tambien se dejaria de chupar del bote…
Es el mal que todos los pueblos padecen. Sobre todo aquí en Venezuela, que estamos pasando por una crisis en el área de la vivienda.