Os hablaba el otro día de los sindicatos y dije de ellos ni la mitad de lo que pensaba. Ni siquiera mencioné la PSV, aquella cooperativa de vivienda que acabó metiendo el pufo a un buen montón de sufridos currantes.
Pero no os creáis que todos los males del mercado laboral están ahí, ni mucho menos. En España tenemos una patronal con modos y costumbres del siglo XIX, tecnología del XX y avaricia del XXI.
En España se da con demasiada frecuencia que no se mete a empresario el que tiene una idea y la quiere rentabilizar, sino que pone una empresa el que quiere mandar a alguien porque lo trataban de tú hasta las porteras y su ego necesitaba esa capa de autoestima.
Por eso, a mi entender, en España no se paga el esfuerzo ni el talento, sino la sumisión. Hay todavía una amplia capa de patronos que prefieren al trabajador que se queda hasta las tantas y dice “sí señor” a todo, aunque sea un inútil, antes que al trabajador con ideas propias. Eso, por supuesto, es antieconómico y anticompetitivo, pero les da igual: la culpa de la baja productividad la achacan de todos modos al trabajador, aunque hayan sido ellos los que, durante años, hayan eliminado de la plantilla a todo el que valía para algo más que pegar sellos y acarrear yugos.
Otro aspecto en el que se puede observar claramente la baja calidad media de la patronal española es en la organización de los horarios de trabajo. Son aún muy pocos los empresarios que han comprendido que el trabajador que va de buen humor a supuesto produce el doble, aunque haga menos horas, que el que tiene que quedarse, quemado, hasta las campanadas de la Cenicienta. Los horarios son ineficaces, descoordinados, abusivos y por tanto nefastos, tanto para la empresa como para el trabajador que intenta cumplir, pues después de un tiempo ve que no le sirve de nada trabajar más eficazmente y se acaba amoldando al ritmo de los más haraganes. Lo gracioso es que se lo dices a ciertos patronos y te contestan perlas como “que vengan por la tarde y que se jodan. No van a vivir mejor que yo…” Obviamente, el señor que te responde tal cosa no puso la empresa para ganar dinero, sino para saldar cuentas con los traumas de su infancia.
Hoy hemos abordado la vertiente social. Otro día seguimos con el miedo a la innovación, la aversión al riesgo real y la incapacidad para competir en mercados abiertos. Con esto vale, me parece, para trazar la segunda pata de la mesa: la mesa de autopsias de nuestra economía.
Los modos y maneras de los empresarios españoles son del siglo XIX o, si me apuras, del tiempo en que los egipcios construyeron las pirámides. Sólo de pensar en contratar a alguien trabajando en su casa (modalidad: teletrabajo), aunque rindiera el triple que en su puesto de trabajo en la empresa, hace que les salga un sarpullido.
Por primera vez voy a participar en el blog, después de unas semanas leyéndoos. Mi hermana trabajaba en una revista con jornada de 9 a 2 como redactora, aunque sus funciones eran de redactora jefa. Le ofrecieron el puesto como tal con la consiguiente subida de sueldo y de categoría, siempre que fuera a trabajar por las tardes. La cuestión es que ahora también va por las tardes, pero no hace nada de nada, ya que sus funciones son las mismas que antes y le da tiempo a realizarlas por la mañana. ¿Qué sentido tiene?
el sentido es claro: comprometerla para que no haga otra cosa en otro lado.
O sea, una chorrada.
Pues yo creo que no es eso exactamente, barato-barato; para eso están las cláusulas de exclusividad de los contratos (aunque sí, ya sé que lo pueden hacer fuera de la legalidad). Me parece que esto tiene más que ver con la idea de “tantas horas, tanto cobras” que comentan más abajo otros participantes en el blog. La pena es que muchas de esas horas no son trabajadas, sino desperdiciadas; la productividad de la empresa baja con relación al desgaste del empleado.
Estuve en un trabajo donde yo era la única que salía a su hora. Simplemente no consideraba necesario quedarme más tiempo cuando yo había sido productiva a lo largo de mis ocho horas de jornada laboral. Por esta razón tuve que soportar que, durante seis años, mi jefe ni siquiera levantara la cabeza de su mesa cada vez que me despedía de él con un “hasta mañana”.
Yo estuve en un trabajo en el que uno de los empleados se quedaba todo el verano hora y media más todos los días que el resto de la gente. Era funcionario y el ruin motivo era que, si se quedaba justo hora y media más, le daban los tickets de las comidas.
Yo sé el caso de una empresa con dos socios y seis trabajadores. Todos tienen el horario adaptado a sus necesidades personales y a las de la empresa. El ejemplo es el de una jefa de departamento que es madre reciente de dos niños.
Aparte de todas las facilidades durante las bajas maternales (en las que hubo otra trabajadora que la sustituyó), ahora cumple una parte importante de su jornada trabajando en casa con ordenador y teléfono, para compatibilizar la vida laboral y la familiar. Su rendimiento y el de la empresa han mejorado.
Estoy convencido de que esa persona, aunque sólo sea para conservar sus condiciones de trabajo,se parte la cara por la empresa y si hay que currar un domiungo, pues lo hace.
Y contenta, además.
No es que se parta la cara por la empresa para conservar sus condiciones, es que mientras la empresa funcione bien, ella conservará sus condiciones, y además las irá mejorando. Ella se siente parte de la empresa (me lo ha dicho personalmente), aunque no sea socia.
Por cierto, el horario de fuera de la oficina se lo organiza como ella quiere, lo cual también significa que si un viernes se quiere ir a la playa con la familia, mientras se organice el trabajo puede hacerlo sin dar cuentas a nadie.
Y seguro que trabaja mucho más que la media. ¿No habéis observado que la mayoría de la gente que se supone que está trabajando siempre está metida en el Messenger, el Gmail o abusando del Outlook con correos masivos? Todo el mundo se escaquea.
Ya sé que no se puede generalizar, pero hablo desde mi experiencia. Los peores jefes que he tenido tenían alrededor de treinta años y una tan excelente como breve carrera profesional. No sé lo que le pasa a esa generación con su ego, que tiene la habilidad de crecer como la espuma sin que le acompañe ni un atisbo de humildad.
Es gente que nunca tuvo que luchar realmente por nada, por lo que dan por hecho que están donde están por designación divina.
¿ A que sí?
Yo no lo veo tan claro en absoluto. Es posible que haya empresarios como los que mencionas, pero a mi parecer, la mayoría de los que tienen un negocio o una empresa en nuestro país son los que han levantado la economía, aunque ahora esté en debacle debido a muchas otras causas. Lo que no puede ser es que a los trabajadores se les pague por no ir a currar; en un puesto de trabajo hay muchas funciones por hacer que no se pueden realizar desde casa.
El problema, Gasmann, no está en que los trabajadores estén o no en su casa. Hay trabajos que pueden realizarse desde el propio domicilio, sin necesidad de trasladarse a un lugar concreto. Suponen un ahorro para el empresario en materia de electricidad, teléfono y conexión a internet; el trabajador, por su parte, ahorra en transporte, comidas y, si los tiene, guarderías y personas que se hagan cargo de sus hijos. Si ambas partes están de acuerdo, el arreglo es muy favorable para todos.
Es indudable que hay muchos trabajos en los que sólo se necesita un ordenador y una conexión a Internet. Pero, cómo un empresario puede contar con la total seguridad de que su empleado está trabajando todas las horas que le paga.
Creo que está desfasado el concepto de tantas horas, tanto cobras. Habría que dar el salto a recibir un salario acorde con la eficacia y la productividad. Esto además premiaría al talento y acabaría con los incompetentes.
Un empresario nunca va a saber exactamente si el empleado trabaja las horas que cobra, esté en su casa o en la oficina. La única manera de controlar eso es estando encima de la persona constantemente, lo cual es imposible. Lo importante, como dices, es que el trabajo que haya que hacer se haga y salga adelante, en los plazos marcados y con la calidad debida. Lo demás es simplemente mentalidad esclavista y decimonónica, fruto de una necesidad pura y simple de gobernar y controlar a los demás.
Pero un empresario si debería saber lo que produce un trabajador, ¿no?
Un problema para implementar esto es que los empresarios, en primer lugar, no se fían de que sus trabajadores dediquen su tiempo en casa a trabajar. Y por otro, enlazando con lo que dices, tampoco se ponen a hacer números para evaluar los beneficios contables que supone una reducción de costes como ésa.
Totalmente de acuerdo. Por eso hay que exigir que el trabajo se haga, todo, y en plazo.
Y hecho el trabajo, a casa.
Los horarios tontos perjudican la productividad y perjudican al que es hábil.
Los horarios tontos perjudican… pero como todo, si en 5 horas puedes hacer lo que en 8, ya se encargarán de ponerte más trabajo para rellenar esas 3 horas que te quedan para cubrir tu jornada laboral, con lo que finalmente, el trabajador prefiere realizar el trabajo que podría hacer en 5 horas en 8 y con más tranquilidad (normalmente).
Con todo el respeto, eso es una bobada. Obviamente estás hablando de un tipo de trabajador tan poco eficiente como el empresario que lo contrata. Una de las cosas que debe aprender un empresario es a rentabilizar los tiempos de sus trabajadores. La rentabilidad por hora es fundamental, y esa rentabilidad aumenta cuando el tiempo es organizado de un modo más eficaz. Y para eso no hace falta mandar a la gente a casa, que conste, pero ¿por qué no hacerlo si las cosas mejoran?
Estoy de acuerdo contigo. No todas las personas son productivas por la mañana, o en un marco horario rígido, por ejemplo. Cada individuo es diferente y desarrolla características propias. Saber sacar el máximo partido de las fortalezas de cada uno es el reto que tenemos delante, sobretodo los “futuros empresarios”.
Con este post has dado en el clavo querido amigo. No es más trabajador el que más horas le echa al asunto, sino el que las echa mejor. No sirve de nada quedarse hasta las tantas en la oficina, cansado y amargado, sólo por el qué dirán.
Bueno, Ladríllez. No veas lo que me he reído con esta entrada. Es que se lo he pasado a más compañeros para que empiecen el día con una sonrisa.
Muchas gracias.
Sobre la temática del artículo, coincido contigo en que una gran parte del empresariado es como tú lo describes (y estoy seguro que lo describes así porque lo conoces de primera mano, por tu ocupación como economista).
Pero esto no sólo pasa en la empresa privada. Yo trabajo en la Administración Pública, y tenemos que hacer las dichosas 35 horas semanales cuando con la mitad tendríamos suficiente. Tenemos que fichar a las 8 de entrada y a las 15 de salida. Si al cabo del mes no hacemos en cómputo semanal la jornada completa, nos pueden reducir proporcionalmente el salario (que no se hace, pero que se podría hacer). Sin embargo, si te quedas más no te pagan las horas extras (total, que el 70% del ayuntamiento tiene bastantes horas en negativo).
Mentalidad piramidal egipcia.
Es que otra cosa que había que reconvertir es el funcionariado, pero no sólo a los funcionarios, sino a las administraciones enteras. Ésas sí que funcionan con conceptos del siglo XIX, tecnología del XVII y ambiciones del XVII.
Pero ya lo decía Galileo, creo: “A pesar de todo, se mueve”, o algo así.
No acabo yo de entender por qué debería tener más “ambición”, cuando el hambre devorador del ser humano está llevando al planeta a una situación insostenible. Me gusta pasar con poco y vivir tranquilamente. No acabo yo de tener tan claro que la “ambición” actual sea mejor para nosotros que la de siglos pasados.
Los conceptos del siglo XIX, no sé si te refieres a la independencia del funcionario para obligar a todos a cumplir la ley o a la mentalidad de los jefes de colocar a sus amigotes con cada cambio electoral. La primera es del siglo XVIII (Revolución Francesa), y la segunda es incluso de antes de Babilonia.
Nuestra tecnología sí que se podía decir que es del siglo XX (de mediados), así como la estructura funcionarial.
Jeje, estaba jugando con la entrada de Ladríllez, sin pretender ceñirme a fechas concretas. Pero ya que lo dices, la ambición en el siglo XVII representa algo mucho más sangriento: antes no se cortaban en matar y esclavizar. Aunque ahora tampoco (véase las grandes multinacionales en China e India, por ejemplo), pero somos algo más reacios a conseguir las cosas a cualquier precio.
Quizá debería haber un cambio de actitud respecto de nuestras ambiciones para, como tú dices, conformarse con menos y vivir tranquilamente.
Los empresarios de este país tenían que aprender de una vez que es la conciliación laboral. No es normal que para trabajar 8 horas al día, aquellos que tenemos una familia y una casa que organizar, tengamos que dedicarnos a ello a horas intempestivas.
En Europa las jornadas laborales son continuas y concluyen a unas horas prudentes para poder estar más tiempo con nuestros hijos. Esto lo podrían aprender todos los empresarios españoles, especialmente los que no residen en las grandes ciudades.
Para cambiar los horarios españoles habría que empezar a reducir el tiempo tan tremendo que dedicamos a la comida. En algunas empresas incluso dan ¡tres horas para comer! Y yo me pregunto… ¿no sería mucho más útil comer en 30 ó 40 minutos y salir del trabajo dos horas y media antes?
Tienes razón, Lola. ¿Has oído alguna vez hablar al presidente de la Comisión para la Racionalización de los Horarios Españoles? Es una persona muy culta que explica perfectamente lo necesario que es compaginar vida laboral y familiar. Si tienes oportunidad, lee alguna entrevista suya.
La conciliación laboral es una quimera de la que sólo unas pocas personas parecen beneficiarse.
Un domingo que hubo una urgencia, el jefe hizo que los tres compañeros de guardia me llamaran solamente a mí para dar un apoyo que realmente no hacía falta. Tuve la valentía de negarme. Sabía que era el último mono del departamento pero dije que, si no llamaban a todo el mundo, no iba.
Una vez me enseñaron que la conducta de los demás se moldea con nuestra propia conducta. La asertividad también se aprende.
Vendo mi tiempo como juguete roto para que empresario con trauma infantil pueda retenerme las horas que quiera a cambio de un salario cercano a los 1.000 euros mensuales, si llegara a mileurista mejor.
Con tantas personas en el paro, como yo mismo, no tendrán dificultades para encontrar profesionales de mirar el techo o por la ventana. Felicidades tiranos del mundo.
¡La necesidad de ser el jefe y que te traten como a tal! Eso es, tal y como dice el post, exactamente el mal del que adolecen muchos empresarios en nuestro país (bueno, y no sólo empresarios, sino también los jefes subalternos). Les da gusto pasearse por su empresa controlando que todos estén en sus puestos de trabajo. Y si con eso no tienen suficiente, pues se ponen de presidentes de un equipo de fútbol y así ya pueden comprar y vender personas, que es lo que les faltaba.
Siguiendo con el fútbol… cuando las cosas no van bien a un equipo no echan a todos los jugadores, sino al entrenador. Me pregunto por qué no ocurre lo mismo cuando una empresa va mal. Cierto es que no se puede echar a toda la plantilla, pero lo que normalmente ocurre es que despiden a alguno de los empleados, o como mucho a un jefe de departamento, y el jefazo se va de rositas.
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¡Enhorabuena, Ladríllez! La verdad es que me temía últimamente que fuera usted demasiado antitrabajador, pero veo que también da a los empresarios lo que se merecen. Aparte de eso, creo que ha dado en el clavo en algunas de las razones que aduce para comprender el comportamiento de esos que se dicen empresarios. Enhorabuena de nuevo.
El cambio en el modelo productivo se irá viendo, poco a poco, pero acontecerá. Aquella empresa que pretenda competir en el mercado actual, debe adaptarse a las nuevas necesidades socioeconómicas. Muchos empresarios poseen una experiencia y modo de trabajar poco adaptados a los nuevos tiempos, en los que priman la flexibilidad, el capital humano y las nuevas tecnologías, en contraposicion a la idea: horas=productividad. Su futuro, por lo tanto, queda en entredicho.
“En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.” -Albert Einstei n.
Me encanta esa cita de Einstein. Lo malo es que dicho lo dicho por Ladríllez, la realidad va a ser que los empresarios de este país, con el miedo que tienen a todo lo nuevo, poco van a apostar por la imaginación para conseguir mejorar el rendimiento de sus empresas.
Tal vez, sea el momento de pasar a la acción. Si resulta que los empresarios son temerosos al cambio y no quieren innovar, significa que hay un hueco (importante) en el mercado, para aquellos que deseen hacerlo. Es decir, las buenas ideas tienen la gran oportunidad de triunfar, ahora más que nunca.
Los viejos métodos han llegado a su fin. Es hora de avanzar.
Cierto, Leman. Hoy en día ver que un empresario no sabe enviar un correo electrónico nos parece del prehistórico. Y sin embargo, existen. Ese tipo de empresario, que no se preocupa por avanzar, se va quedando anquilosado. Y va dejando huecos que ocupan los que sí apuestan por las nuevas tecnologías, aunque todavía estemos en pañales en cuanto a estas y el trabajo. Hacia delante, señores/as, ni un paso atrás.
Muy buena la autopsia que estos días estáis haciéndole al sistema laboral.
Yo me he incorporado hoy a mi nuevo trabajo y estoy contentísima. Lejos de las esclavitudes horarias y de otra índole que describes, y que yo también he sufrido en el pasado, aquí tengo despacho propio, móvil de empresa y flexibilidad horaria, y eso que trabajo de administrativa.
Además de lo que has descrito, las personas incompetentes que llegan al poder se suelen rodear de personas igual de incompetentes, porque tienen miedo de perder su puesto si alguien es capaz de mirar más lejos que ellos.
Con el tema de los jefes hemos topado. Yo creo que para ser jefe hay que valer. No se es mejor jefe por pegar cuatro gritos, ni por humillar a los curritos de turno. En mi opinión, un buen jefe es aquel que saca lo mejor de cada trabajador.
Y además de verdad. Esos individuos necesitan reforzar su autoestima y paliar su incompetencia de algún modo. No son capaces de hacerse respetar por su valía.
A mi entender, un jefe debe de ser alguien con la habilidad de sacar lo mejor de cada empleado, con un objetivo común. Coordinar, liderar y motivar son acciones incompatibles con el griterío y la imposición.
Qué difícil es encontrar un buen jefe, Escribano y Susi. Aunque también es terriblemente complicado serlo. Al menos en algunas circunstancias. Yo fui jefa durante un año, aunque fui una jefa “de pacotilla” porque realmente quien manejaba la empresa era el empresario. Yo no tenía poder de decisión alguna, pero sí tenía que enfrentarme a los enfados de los empleados por no cobrar a tiempo. Y eso es sólo un ejemplo. Lo único que me ha quedado claro de la experiencia es que jamás quiero ser jefa, a no ser que yo sea la dueña de la empresa.
El otro día escuché un programa de radio en donde los jefes llamaban para hablar sobre cómo sus empleados les hacían la pelota. Quedé totalmente conmocionada al escuchar cómo una empresaria contaba que uno de sus trabajadores averiguaba su lugar de vacaciones para ir al mismo hotel y hacerse el encontradizo con ella. Es el colmo, ¿no?
¿Quién no conoce al típico compañero “pelota”? Llevó soportándolos desde el colegio y, para más colmo, el más grande de mi fábrica es mi cuñado. Por mucho que dijeran en ese programa, los jefes están encantados. La prueba es que esa gente consigue luego los mejores puestos. Mi cuñado no ha dado un palo al agua en su vida y es jefe de mantenimiento. Y el jefe le vendió por cuatro duros su coche a cambio de su cariño diario.
Yo le llamó prostitución laboral. Los jefes a menudo se encuentran solos en el poder y agradecen tener un “machaca” que les dé un mínimo de cariño (siempre y cuando se respete la distancia jefe – empleado). Es una relación de beneficio mutuo.
Estoy de acuerdo en que no sirve abusar, pero tampoco sirve que, como dice el artículo, te den las campanadas como a Cenicienta.
En un trabajo anterior, mis compañeros y yo estuvimos pidiendo un mejor horario, a cambio de madrugar más, durante años. Por la naturaleza del trabajo era factible pero como los compañeros de otros departamentos debían cumplirlo a nosotros nunca se nos concedió nada.
Es lo que dice Ladríllez: la persona que va contenta a trabajar rinde más.
Atención a las estrictísimas normas de mi empresa.
No nos dejan llamar ni utilizar el correo o conectarnos a Internet para asuntos personales. Nos amonestan por llegar un minuto tarde, no podemos comer en la oficina ni nos ayudan económicamente.
Trabajamos viernes por la tarde y no podemos permanecer en la oficina en horario no laboral. Es obligatorio vestir de traje, se fuma cada dos horas y cuando vamos y volvemos del servicio introducimos una clave en el ordenador. Un infierno, ¿verdad?
Pues, Santa Paciencia, no has podido elegir mejor tu nick, que lo sepas. Yo me pregunto: ¿no tienes posibilidad de mandarlos a la porra dando un portazo? Porque lo que describes se parece más a unos jefes de novela futurista, tipo Gran Hermano (el de Orwell, en la novela “1984”), que a una realidad que apetezca vivir.
Digo yo que los incentivos, para contraponer, serán buenísimos para que la gente les dure más allá de unos meses, ¿no?
Sois imbeciles o que?
Anda y buscaros otro trabajo
He leído varios comentarios, y creo que no son del todo acertados. No se puede decir “empresarios”, y meter a toda persona que regenta su propio negocio en el mismo saco.
Los pequeños empresarios, como es mi caso, tenemos a nuestros trabajadores casi como hermanos. El futuro de mi empresa es su futuro, y eso lo saben los dos que trabajan conmigo. El trato es personal y directo.
En las empresas grandes, donde el anonimato y los celos por ascender son irremediables, es otro cantar.
Tienes toda la razón, Lucho. Pero yo creo que los comentarios van dirigidos más bien a los grandes empresarios… Y ni siquiera a los grandes. A los malos, a los de rapiña, como dice Ladríllez. Yo también sé bien lo que cuesta llevar adelante una empresa, primero con un trabajador, después con tres y ahora de nuevo con uno solo. Las cosas están mal para todos, también para algunos de nosotros, pequeños empresarios.
No creo que se pretenda diferenciar a un pequeño empresario de otro “grande”. De buenos y malos hay en todas partes. Yo he sido empleado en pequeñas y medianas empresas, en las que el trabajo y las condiciones eran esclavistas. También he estado en multinacionales, en las que las condiciones eran francamente buenas.
Me gustaría que los de la CEOE y demás patronales leyeran este blog y lo que comentamos día a día para que se dieran cuenta de una manera veraz de lo que se habla en la calle, porque casi nunca es lo que ellos creen.
Estaría bien, aunque entiendo que no es posible, que los que aquí escribimos nos atreviéramos a describir la situación real de nuestras empresas, con nombres y apellidos, y luego mandarle el enlace a los jefes, para ver si tomaban nota.
Sí, señor. Tenemos unos empresarios que no se parecen en nada a los trabajadores. Tienen un espíritu de explotación total y radical. Necesitamos un nuevo Karl Marx que lidere una revolución. Los gobiernos han comprado la paz social a base de subsidios y sindicatos vendidos.
El talento es la nueva moda de la economía española. A las grandes empresas se les llena la boca hablando de él, pero en la práctica no existen puestos de trabajo para esa gente con talento. El que lo tiene acaba marchándose de España harto de todo.
Qué gran verdad, Albaceteño. Actualmente hablar de talento en España significa hablar de engañar, estafar, salir en la televisión haciendo el bobo o contando tu vida privada… En la RAE se han confundido al definir el término, deberían actualizarlo a los nuevos tiempos. El “talento” del que tu hablas debería llamarse de otra manera.
Tenemos un quiste del tamaño de una luna de Júpiter. Políticos cada vez más corruptos; entidades públicas que sangran las cuentas de pobres impotentes, con tributos sacados de la chistera; una sociedad que aplaude a los carroñeros sin escrúpulos; y unos medios de comunicación que abonan el terreno.
Lo más curioso y escalofriante es que detrás de todo esto hay personas de carne y hueso, no seres maléficos ni sobrehumanos.
Totalmente de acuerdo con el post. ¿De qué sirve trabaja más horas si estás “quemado” y produces menos? Se habla mucho de la formación de los trabajadores, pero poco de la de los empresarios. Está demostrado que hay una proporción de cansancio psicológico y producción.
Ahí has dado en el clavo, Del Toro. Poca formación a los empresarios, sí señor. Si las cosas se hicieran de otra manera otro gallo cantaría. Debería ser obligatorio que los “jefes”, sean dueños de las empresas o meros intermediarios entre los propietarios y el trabajador, asistieran a cursos de como tratar a los trabajadores. Y evidentemente no me refiero sólo a buscar una mayor producción, sino a una eficiencia óptima en todos los sentidos. Se quedarían asombrados de sus errores.
Yo también la conozco. España es uno de los países de Europa con menos productividad. Trabajamos más horas para conseguir menos producción. ¿Qué es lo que falla? Las cifras no mienten y no me sirve el prejuicio de “los españoles somos más vagos”.
Me ha gustado tanto el post que no he podido resistirme a dejar un comentario. Pienso que la crisis actual va a ayudar en mucho a que esta situación mejore porque los empresarios que quieran sobrevivir van a tener que reciclarse y los nuevos van a tener que formarse adecuadamente. Desde luego es una pena lo que pasa en España ya que el trato a los trabajadores a nivel general deja mucho que desear, no se permite flexibilidad en los horarios, está mal visto terminar a tu hora y muchas restricciones sin sentido que tienen como único objetivo intimidar al trabajador no vaya a ser que se subleve.. y “burro que ha de andar a palos ¡malo!”. Trabajador y empresario se necesitan mutuamente y deben respetarse de igual a igual y nadar siempre en la misma dirección y creo que sólo las empresas con esta filosofía serán capaces de sobrevivir.